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Mi niño no me come

Niña que no quiere comer lo que su mamá le ofrece en una cuchara

Detrás de esta expresión normalmente se encuentra la angustia de los padres al creer que su hijo no come lo que ellos creen que debería comer. En una situación complicada como ésta, que genera muchas dudas a los padres, conviene conocer el punto de partida, ya que hay muchos casos distintos y el problema se puede generar en un determinado ámbito, en todos, o solo ante determinadas situaciones. Sea cual sea el caso, puede terminar por afectar a la crianza, por eso, cuánto antes se ataje, mucho mejor.

Lo primero que tenemos que considerar es si el niño come poco pero se desarrolla dentro de las pautas normales de crecimiento o si por el contrario el niño pierde peso o está estancado, es decir, no gana el peso suficiente. Conviene siempre consultar al pediatra para descartar alguna enfermedad que le esté generando este problema, pero si es una situación eventual o sólo se produce en un determinado lugar habría que indagar un poco qué está generando esta situación.

Hay que tener en cuenta que el desarrollo de un niño desde que nace y hasta los dos o tres años es espectacular y ello conlleva numerosos cambios que pueden afectar a la alimentación del niño. Pasar del pecho al biberón, luego a la cuchara, la salida de los dientes, el inicio en la Escuela Infantil, el nacimiento de un hermanito… son todos ellos causantes de estrés y muchas veces esto se traduce en cambios en la alimentación.

A continuación, enumeramos algunos de los casos más comunes que podemos encontrarnos en la crianza de un niño:

 
El niño come bien en la Escuela, pero no en casa

Existe, de manera general, un vínculo emocional entre la comida y la relación que se tiene con los padres. Desde que nace, el bebé se relaciona con la madre mientras come, ya que la alimentación es una de las necesidades básicas que tiene todo niño para subsistir. Por esta razón, hay que tener en cuenta si el niño al no comer pretende llamar la atención o busca alguna reacción de los padres que le beneficia de alguna manera. Dicho esto, las diferencias entre comer en casa y en la escuela pueden ser muchas. Mientras come en la escuela no hay distracciones de otro tipo que puedan hacer que el niño se distraiga. No hay televisión, ni juguetes, todos comen juntos… Además, no se puede elegir el plato o reforzar la comida con cosas más apetecibles como postres o dulces. Conviene ir probando y hacer los dos ambientes lo más parecidos posible para poder llevar lo “bueno” de la escuela a casa. Y una vez hallado, perseverar. Si pones una norma, intenta llevarla lo más a rajatabla posible y espera a que el cambio esté bien afianzado para poder luego abrir un poco la mano.

 
El niño come bien en casa, pero no en la Escuela

Entonces hay que hacer lo mismo. Preguntar cómo se desarrolla la hora del comedor en el colegio e intentar ver las diferencias sobre lo que se hace en casa, con el fin de que ambos ambientes resulten lo más parecidos posible, y luego introducir los cambios, siempre y cuando las normas de la escuela o colegio lo permitan. Conviene desdramatizar el momento de la comida y dejar que el niño sea más autónomo, lo cual le ayudará a adaptarse mejor a la Escuela Infantil. No le regañes si se mancha o si es demasiado lento comiendo. Ármate de paciencia y confía en que poco a poco las cosas empezarán a cambiar.

 
El niño no come bien en ningún sitio

Hay que tener paciencia y recordar que se ha de perder mucho peso para que el niño tenga riesgo de enfermedad y que si el niño está feliz, juega, duerme y se le ve con vitalidad, no hay que preocuparse en exceso. Intenta que la comida no se convierta en un momento de tensión y en lugar de exigir al niño que coma lo que tú crees que debería comer, acepta que el niño come poco y prioriza que lo que coma sea lo más nutritivo posible a la cantidad ingerida. Además, intenta seguir una rutina de comidas lo más fiel posible, intentando que cene siempre a la misma hora y evitando el picoteo entre comidas.

Por último, hay que tener en cuenta que los niños no tienen el mismo apetito todos los días. En muchas ocasiones, detrás de un problema con la alimentación existen conductas paternales que deben ser modificadas. Por ejemplo, conviene no dar demasiada importancia y no ser muy insistentes ya que podemos conseguir lo contrario de lo deseado, una mayor negativa por parte del niño. Intentar servirle raciones coherentes con su edad y en platos de un tamaño infantil. No variar el menú cuando algo no le gusta y sobre todo evitar que pique excesivamente entre horas, sobre todo si se trata de golosinas, patatas, gusanitos, etc.

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