Bronquiolitis en otoño: lo que hay que saber para prevenir riesgos
Bronquiolitis: la amenaza silenciosa del otoño para los bebés
Cuando los termómetros caen, los padres suelen prepararse abrigando a los bebés con abrigos, gorros o guantes. Pero hay un adversario poco visible que merece nuestra atención: la bronquiolitis. En España, esta infección respiratoria vuelve cada temporada con fuerza, especialmente entre los meses de noviembre y marzo, y su impacto es más alto de lo que muchos imaginan.
La bronquiolitis no es una gripe: es una inflamación de los bronquiolos (las vías respiratorias más pequeñas dentro de los pulmones). Y, aunque afecta a muchos niños pequeños en los primeros años de vida, es en los primeros meses donde suele golpear con más fuerza. Para las familias, conocer cómo reconocerla, prevenirla y actuar es esencial para reducir riesgos y angustias.
¿Cuántos se ven afectados en España? Las cifras que preocupan
Los datos más recientes muestran que las nuevas estrategias de prevención están cambiando el panorama, pero la bronquiolitis sigue representando una carga importante en salud infantil. Durante la temporada 2023-2024, se estimó que la inmunización frente al virus sincitial respiratorio (VRS) evitó cerca de 10.000 hospitalizaciones en menores de un año en España, con una reducción del riesgo de ingreso del 83 % en bebés de menos de seis meses inmunizados.
Sin embargo, aunque estas mejoras son prometedoras, el VRS sigue siendo la causa más frecuente de hospitalización por infección respiratoria en lactantes de menos de un año en España. En atención primaria, se han registrado tasas de casos de bronquitis y bronquiolitis en niños menores de cinco años que alcanzan los 537,9 casos por cada 100.000 habitantes durante picos de temporada.
En cuanto al riesgo de ingreso hospitalario, las estimaciones varían entre un 1 % y un 3,5 % en niños menores de dos años. Aunque la mayoría de los casos no requieren hospitalización, para los bebés pequeños la posibilidad existe y no debe ignorarse.
Los más vulnerables: ¿a quién afecta con mayor intensidad?
Aunque cualquier niño puede contagiarse, la bronquiolitis afecta con especial fuerza a los bebés menores de 12 meses, especialmente aquellos que nacieron de forma prematura o que tienen antecedentes de problemas respiratorios. Su sistema pulmonar aún está en desarrollo y cualquier inflamación en las vías respiratorias dificulta el paso del aire con mayor intensidad que en niños de más edad.
En las aulas de 0 a 3 años, la incidencia aumenta notablemente. A esa edad, los niños exploran el mundo con las manos y la boca, se llevan objetos a la cara constantemente y carecen todavía de hábitos consolidados de higiene. Además, su sistema inmunológico está en pleno proceso de maduración, lo que los convierte en una población especialmente susceptible a este tipo de infecciones.
Señales que no puedes ignorar: cuando actuar rápido es fundamental
No todas las toses son iguales. Muchos bebés pasan por enfermedades respiratorias leves cada invierno, pero hay avisos rojos que indican que algo más serio sucede:
- Respiración rápida o marcada dificultad para inhalar (se marcan las costillas o el pecho “se hunde”).
- Quejidos al respirar o sonido tipo silbido (sibilancias).
- Rechazo del alimento (menor interés en comer o beber).
- Somnolencia excesiva o decaimiento fuera de lo habitual.
- Labios o piel con tono azulado (muy grave).
Si observas cualquiera de estos síntomas, conviene acudir al pediatra o a urgencias. No esperes a que empeore. La mayoría de los casos leves se manejan en casa con medidas de apoyo, pero la supervisión profesional asegura que no se pase por alto una evolución desfavorable.
Lo que puedes hacer en casa para prevenir contagios y aliviar síntomas
Aunque no se puede eliminar por completo el riesgo de bronquiolitis, podemos poner en práctica unas medidas sencillas para evitar su propagación:
- Higiene de manos rigurosa: lavarse con agua y jabón (o soluciones con alcohol cuando no haya agua) antes de tocar al bebé. Enseñar a cualquier persona que entre en contacto con él a hacer lo mismo.
- Evitar el contacto con enfermos: si alguien en casa tiene tos, catarro o fiebre, que minimice el contacto con el bebé.
- Ventilar espacios cerrados: abrir ventanas periódicamente para renovar el aire, incluso en invierno.
- Ambiente con humedad adecuada: mantener el aire ligeramente húmedo puede aliviar las mucosas (pero sin exceso de humedad, que favorece moho).
- Evitar el humo del tabaco: el humo ambiental agrava los problemas respiratorios.
- Seguir las indicaciones médicas y de vacunación o profilaxis frente al VRS.
- Atención a los síntomas tempranos: estar alerta, observar cómo respira, cuánta energía tiene y si come bien.
Estas medidas, aunque tan simples, pueden marcar una diferencia grande en la carga viral del hogar.
Prevención en el entorno escolar: pequeños gestos, gran impacto
La prevención escolar no se basa únicamente en evitar el contagio: algo prácticamente imposible en edades tan tempranas, sino en reducir la carga viral del entorno y fortalecer la higiene como cultura compartida. Algunas medidas sencillas que los centros pueden integrar en su rutina diaria incluyen:
- Lavado de manos frecuente, con canciones o juegos que ayuden a los niños a interiorizar el gesto.
- Limpieza y desinfección de superficies y juguetes de uso común.
- Ventilación del aula, al menos dos veces al día, incluso en días fríos.
- Evitar que los niños compartan chupetes, vasos o utensilios de alimentación.
- Recordatorios visuales y narrativos sobre la importancia de cubrir la boca al toser o estornudar.
Aunque estas medidas puedan parecer básicas, su impacto en la reducción de contagios es notable cuando se aplican de manera constante y coordinada con las familias.
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