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Matemáticas desde la cuna: cómo estimular el pensamiento lógico de los bebés

Niño pequeño jugando a las tiendas con una caja registradora y monedas mientras aprende conceptos matemáticos y pensamiento lógico en la primera infancia

 

El poder del juego en la educación infantil

Las matemáticas en infantil no empiezan cuando un niño descubre los números escritos o resuelve sus primeras sumas. Mucho antes, desde que son bebés, los niños ya están construyendo la base del pensamiento lógico y desarrollando una intuición natural hacia patrones, cantidades y relaciones espaciales. La neurociencia lleva años demostrando que el cerebro infantil es un laboratorio activo: clasifica, compara, anticipa y organiza la información del entorno antes incluso de pronunciar sus primeras palabras.

En las escuelas infantiles y en los hogares, este potencial puede despertarse mediante experiencias cotidianas y juegos sencillos. El objetivo: fomentar las emociones positivas hacia las matemáticas, vincularlas al descubrimiento, al movimiento y a la exploración sensorial.

 

El cerebro matemático de los bebés: una ventana que no podemos desaprovechar

Las investigaciones sobre desarrollo infantil llevan años subrayando una idea sorprendente: incluso los bebés de pocos meses muestran una intuición matemática básica. Son capaces de distinguir pequeñas cantidades, detectar cambios en un conjunto de objetos o reconocer patrones que se repiten. No es magia ni casualidad; es la forma en la que el cerebro comienza a organizar el mundo que le rodea.

Acompañar esa maduración temprana implica ofrecer experiencias que alimenten sus sentidos. Acciones tan simples como apilar, vaciar, encajar o desplazar objetos ponen en marcha las primeras nociones de geometría, lógica y seriación sin necesidad de introducir ningún número.

Para familias y educadores, el desafío está en aprovechar los momentos cotidianos. Un baño se convierte en una pequeña lección sobre volúmenes y capacidad; un paseo, en un juego de patrones; una comida, en un ejercicio espontáneo de clasificación. Son oportunidades naturales para generar un clima positivo hacia las matemáticas desde el principio.

 

Juegos que construyen pensamiento: del sonajero al cubo de encaje

Los bebés descubren cómo funciona el mundo repitiendo gestos una y otra vez. Cuando movemos un sonajero hacia arriba y hacia abajo y ellos anticipan el sonido, están estableciendo una relación de causa-efecto. Ese pequeño acto, tan cotidiano, es en realidad la base del razonamiento matemático.

A partir de los seis meses, materiales como bandejas sensoriales con formas, tamaños y texturas diversas invitan a explorar y a organizar. No se busca que el bebé “aprenda” una clasificación concreta; se trata de que descubra que los objetos pueden agruparse según criterios que él mismo va encontrando.

Materiales inspirados en el enfoque Montessori, como cilindros, cubos, encajes o bloques, amplían estas posibilidades. A través del juego libre entrenan habilidades de seriación, correspondencia y comparación, los llamados prerrequisitos matemáticos que deberán consolidarse antes de introducir los símbolos numéricos.

 

El poder del movimiento: matemáticas que se viven con el cuerpo

Entre los dos y los cuatro años, el cuerpo se convierte en un aliado imprescindible hacia pensamiento matemático temprano. Actividades tan simples como saltar de una baldosa a otra, seguir un camino de colores, ordenar pelotas por tamaño o emparejar calcetines transforman conceptos abstractos en experiencias físicas y memorables.

Las secuencias de movimiento como salta, salta, gira o camina, agáchate, aplaude, introducen de forma natural los patrones. Lo que parece una coreografía improvisada es, en realidad, el germen de habilidades que más tarde necesitarán para resolver problemas o interpretar series numéricas.

También los juegos de “buscar y encontrar”, donde los niños recolectan tres piedras, dos hojas o cuatro piñas, resultan muy eficaces. Con ellos se trabaja la correspondencia uno a uno, un hito esencial para entender que cada número representa una cantidad concreta.

 

Del juego simbólico al pensamiento lógico: cuando las historias enseñan matemáticas

Cuando el lenguaje comienza a desarrollarse con más soltura, el juego simbólico se transforma en una herramienta poderosa. Si un muñeco “cocina”, el niño calcula cuántas piezas necesita para preparar la comida. Si construye una ciudad, compara alturas, planifica distancias y organiza espacios. Las matemáticas empiezan a colarse en sus historias sin que nadie tenga que nombrarlas.

Integrarlas en relatos cotidianos es un recurso muy eficaz tanto en el aula como en casa. Preguntas como “¿cuántos pasajeros caben en este tren?”, “¿qué torre es más alta?” o “¿puedes poner tres animales en el establo?” ayudan a contextualizar el pensamiento lógico y vincularlo a la emoción del juego.

Incluso los cuentos pueden cumplir esta función. Muchos álbumes ilustrados trabajan conceptos como dentro-fuera, grande-pequeño, cerca-lejos o antes-después. Son ideas que construyen la lógica infantil mucho antes de que aparezcan los números escritos.

 

Actividades que despiertan el pensamiento matemático

Los primeros años son un terreno fértil para las matemáticas manipulativas de manera natural. Aquí algunas actividades que funcionan muy bien en escuelas y familias:

  • Cestas de los tesoros: clasifican objetos por forma, color o material.
  • Trasvases con agua o semillas: desarrollan nociones de capacidad, equilibrio y cantidad.
  • Bloques y construcciones: introducen geometría, simetría y comparación.
  • Rutinas matemáticas: contar los escalones mientras suben, repartir la merienda equitativamente, ordenar la ropa por tamaño.
  • Juegos de estimación: “¿Cuántos coches caben en esta caja?”, “¿Qué camino es más corto?”.
  • Patrones con objetos cotidianos: cucharas-tenedores-cucharas, coches-piedras-coches.

La clave no es la sofisticación del material, sino la intención pedagógica y el acompañamiento del adulto.

 

Un clima afectivo que marca la diferencia

Las matemáticas en la primera infancia requieren tiempo, paciencia y una buena dosis de emoción. Los niños aprenden mejor cuando se sienten seguros, acompañados y motivados. Por eso, en Infantil, el objetivo principal no es que memoricen números ni resuelvan operaciones, sino que desarrollen curiosidad, confianza y disfrute.

Crear un ambiente donde equivocarse no da miedo es fundamental. El error es una puerta de entrada al descubrimiento: un impulso para volver a intentarlo, reorganizar la información y buscar nuevas soluciones.

En este contexto, educadores y familias se convierten en aliados clave. Si la actitud es relajada, animada y libre de presión se puede transformar la percepción de las matemáticas para siempre.

 

Hacia una generación que ame las matemáticas desde el principio

Si algo nos enseñan los primeros años es que las matemáticas no se enseñan: se viven. Se construyen entre risas, agua que cae de un vaso, bloques que se caen y vuelven a levantarse, historias que se inventan y caminos que se recorren con los pies descalzos.

Cultivar el pensamiento matemático desde bebés no solo ayuda a futuros aprendizajes; también despierta una forma de mirar el mundo: con lógica, creatividad y curiosidad. Una forma que acompañará a los niños mucho más allá de la escuela infantil.

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