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Niños y auriculares: el riesgo silencioso que amenaza su audición

Niño usando auriculares y sonriendo mientras escucha música, símbolo del riesgo auditivo por el uso prolongado de cascos en la infancia

 

Auriculares infantiles y salud auditiva infantil: un binomio que necesita atención

Cada vez es más común ver a los niños pequeños con auriculares: escuchan canciones en la tablet, siguen un cuento o se concentran con música mientras dibujan. En apariencia, esta costumbre no parece peligrosa, pero lo cierto es que el oído infantil es un órgano delicado y en desarrollo, muy vulnerable al exceso de ruido. Un uso prolongado o a volumen elevado puede tener consecuencias que, en algunos casos, son irreversibles.

Aunque solemos asociar los problemas de audición con la edad, los especialistas alertan de un fenómeno cada vez más frecuente: la pérdida de audición en niños relacionada con el uso de auriculares.

 

Una práctica cotidiana que se ha normalizado

Según datos del C. S. Mott Children’s Hospital de la Universidad de Michigan, dos de cada tres niños entre 5 y 12 años utilizan auriculares de forma continuada. La mitad los lleva más de una hora diaria, ya sea en casa, durante un trayecto en coche o incluso en el aula. En España, esta escena se repite con naturalidad: pequeños con cascos coloridos o modelos inalámbricos idénticos a los de los adultos.

El auge de las pantallas en edades tempranas, la incorporación de tabletas y ordenadores en la escuela infantil y la búsqueda de momentos de calma en casa han contribuido a que los auriculares formen parte del día a día de muchos niños. Pero ¿sabemos realmente qué nivel de ruido es seguro para ellos?

 

Oídos en desarrollo: por qué son más vulnerables

El oído de un niño no es una versión en miniatura del adulto. Sus estructuras son más sensibles y están en desarrollo, lo que las hace especialmente susceptibles al daño por ruido. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Española de Pediatría (AEP) recomiendan que los menores no estén expuestos a más de 85 decibelios durante más de una hora.

Esa cifra puede parecer abstracta, pero equivale al ruido de una motocicleta o de un secador de pelo. Y aunque muchos auriculares infantiles limitan el volumen a 85 dB, los expertos recuerdan que la exposición repetida, incluso a niveles más bajos, puede acumular riesgo de daño. El oído no “descansa” del todo cuando el estímulo se repite día tras día.

 

Lo que el ruido puede hacerle al oído infantil

La Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) advierte de que someter al oído a sonidos intensos puede lesionar las células ciliadas del oído interno, responsables de transformar las vibraciones sonoras en impulsos eléctricos que el cerebro interpreta como sonido. Estas células no se regeneran: si se dañan, la pérdida auditiva es irreversible.

Además, una exposición prolongada a ruido elevado puede alterar las sinapsis neuronales implicadas en la audición. En los niños, estas alteraciones pueden manifestarse en retrasos en el desarrollo del lenguaje, dificultades de aprendizaje y problemas de comunicación. No se trata solo de oír menos, sino de comprender peor lo que se escucha, con un impacto directo en el rendimiento escolar y en la interacción social.

Por este motivo, la Confederación Española de Familias de Personas Sordas (FIAPAS) y la Comisión para la Detección Precoz de la Hipoacusia (CODEPEH) trabajan en la prevención del daño auditivo infantil y promueven la detección precoz en edades tempranas.

 

Cuando el daño pasa desapercibido

A diferencia de otros problemas de salud, la pérdida auditiva infantil suele avanzar sin dolor ni síntomas evidentes. Muchos niños no se quejan y los adultos lo atribuyen a distracción. Sin embargo, cada vez son más los menores con alteraciones auditivas vinculadas al uso prolongado de auriculares.

Algunos síntomas tempranos pueden pasar desapercibidos:

  • Zumbidos o pitidos en los oídos (tinnitus).
  • Dificultad para entender conversaciones en lugares ruidosos.
  • Fatiga auditiva o sensación de oído taponado después de escuchar música.
  • Hipersensibilidad a los ruidos cotidianos, como el aspirador o el timbre.

Y hay señales de alarma que deberían llevar a una revisión médica: el niño pide con frecuencia que se le repitan las cosas, sube mucho el volumen del televisor o parece no atender cuando hay ruido de fondo. En estos casos, conviene acudir al pediatra o al otorrinolaringólogo para una revisión auditiva.

 

Escuchar bien empieza por educar en el cuidado auditivo

Los auriculares no son el enemigo. De hecho, pueden ser útiles en determinados contextos, como en viajes largos o para favorecer la concentración. El problema surge cuando no se controlan los tiempos ni el volumen. Por eso, los especialistas recomiendan aplicar la llamada regla del 60/60:

  • No superar el 60 % del volumen máximo del dispositivo.
  • No usar los auriculares más de 60 minutos seguidos sin un descanso de al menos 10 o 15 minutos.

Una pauta sencilla que puede marcar la diferencia. Si el niño no escucha cuando se le habla a corta distancia, es señal de que el volumen está demasiado alto.

 

Pequeños hábitos previenen grandes problemas

Además de limitar el volumen y la duración, hay otras medidas que los educadores y las familias pueden promover:

  • Priorizar los cascos (de diadema) frente a los auriculares internos. Al cubrir la oreja, reducen el ruido ambiental y permiten escuchar con menor volumen.
  • Elegir modelos infantiles, diseñados para limitar automáticamente la potencia sonora.
  • Activar el control de volumen en móviles y tabletas mediante las opciones de control parental.
  • Fomentar el uso compartido de altavoces a bajo volumen en espacios comunes.
  • Evitar el ruido de fondo (televisión, tráfico o conversaciones simultáneas) para no tener que subir el sonido.
  • Explicar las razones a los niños de forma sencilla: “Si escuchas demasiado fuerte ahora, tus oídos pueden cansarse y oirás peor cuando seas mayor”.

Los centros infantiles tienen un papel clave en esta tarea. En las aulas de infantil, donde se trabaja con canciones, cuentos o recursos digitales, es recomendable optar por altavoces grupales y evitar el uso individual de auriculares salvo en casos muy concretos. La educación auditiva comienza en la escuela tanto como en casa.

 

Una generación conectada que necesita oídos sanos

La tecnología ha llegado para quedarse, y con ella, han proliferado nuevas formas de entretenimiento y aprendizaje. No se trata de demonizar los dispositivos, sino de enseñar a usarlos con responsabilidad. La audición es un sentido esencial para el desarrollo del lenguaje, la comunicación y la socialización, pilares fundamentales de la etapa infantil.

Cuidar los oídos desde los primeros años es invertir en bienestar futuro. Y en un entorno en el que el silencio escasea, proteger la audición infantil se convierte en un acto de prevención tan necesario como enseñar a cepillarse los dientes o ponerse crema solar.

Porque, al fin y al cabo, escuchar bien no solo depende de la tecnología que nos rodea, sino del cuidado con el que enseñemos a nuestros niños a convivir con ella.

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