Por qué es importante aprender a manejar la frustración
Un camino hacia la independencia
Cuando los niños empiezan a crecer se hacen más independientes. Es el momento en que ya se reconocen como una persona separada de los padres, de forma que quieren controlar su vida. De repente, empieza a contestar o a intentar hacer cosas por sí mismos para las que en muchas ocasiones no están preparados. Comienza la frustración.
La frustración la provoca un deseo o una expectativa que el niño no sabe o no puede cumplir. Responde a un obstáculo para conseguir algo que se desea y que a menudo provoca emociones negativas, como enfado tristeza, angustia… Es un estado transitorio que los niños deben aprender a tolerar, ya que según crecen se tendrán que enfrentar a dificultades que no van a poder o saber resolver.
El niño piensa que el mundo gira alrededor de él
Durante los primeros años, los niños suelen pensar que el mundo gira a su alrededor, merecen todo y quieren conseguir todo aquello que desean. No saben ni quieren esperar. Es el momento de enseñarles a tolerar la frustración. Los padres que intentan complacer siempre a sus hijos dificultan el desarrollo integral de los niños. Los expertos señalan que si no se enseña a los niños a tolerar la frustración es posible que cuando crezcan desarrollen actitudes agresivas ante la decepción de sus expectativas.
De forma general, los niños que tienen poca tolerancia a la frustración:
- Tienen dificultades para controlar las emociones, lo que les hace infelices.
- Son más impulsivos e impacientes. Tratan siempre de satisfacer sus necesidades de forma inmediata y cuando no pueden hacerlo suelen reaccionar con rabietas o llorando.
- Exigen a sus padres o cuidadores de referencia que satisfagan sus necesidades y para ello hacen todo lo necesario si con ello consiguen aquello que se proponen.
- Tienen más propensión a desarrollar cuadros de ansiedad o depresión ante conflictos o dificultades mayores.
- Piensan que todo gira a su alrededor, por esta razón les cuesta comprender por qué no consiguen lo que quieren, así tienen poca capacidad de adaptarse a los cambios que se producen.
- Como tienden a pensar que merecen todo, experimentan los límites como situaciones injustas. Lo que les hace entrar en una espiral que dificulta la comprensión de lo que está pasando.
- Tienden a tener una visión radical de las cosas, todo es blanco o negro, sin colores intermedios.
El papel de los padres es fundamental para educar a los niños en el manejo de la frustración. Evitar la sobreprotección y no ser demasiado permisivo es clave para que los niños aprendan esta importante lección de vida. A veces, los padres intentan reducir al máximo la frustración, dándole al hijo todo lo que piden. Ceder ante las peticiones insistentes de los niños hace que los niños no aprendan a enfrentarse a situaciones difíciles.
Las personas con baja tolerancia a la frustración se vuelven muy sensibles a todo aquello que les recuerda el motivo de su frustración, por lo que les afecte a su confianza en sí mismos. A veces les cuesta superar situaciones de frustración y se desmotivan ante situaciones parecidas, por lo que les puede quedar un sentimiento de fracaso difícil de erradicar. Por el contrario, si se tiene un nivel alto de tolerancia, se enfrentan con más fortaleza a las situaciones complicadas de la vida y superan de forma más positiva las dificultades.
A veces la causa de las frustraciones procede de tener metas o expectativas poco realistas. Es propio de personas inmaduras que tienen poco conocimiento de sus límites o de los límites de los demás. Hablar de aquello que nos hace sentir mal es clave para superar estas situaciones y aprender desde pequeños a manejar las dificultades que sin duda nos traerá la vida.
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