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Niños sanos y felices

Grupo de amiguitos en un día soleado

Educación emocional: cada vez más presente en las escuelas
Aunque esto no ha sido siempre así, en los últimos años hay una corriente que señala la importancia de educar las emociones para lograr estar más satisfechos con nosotros mismos y que seamos más felices. Esto ha calado también en las escuelas, donde cada vez más centros dan importancia a la educación emocional, gracias a la aparición de varios estudios científicos que han señalado que el éxito de las personas no depende tanto de su capacidad intelectual (referida a la educación académica) sino también a factores emocionales y sociales que juegan un papel fundamental a la hora de ganarse de vida. ¿Quién no conoce a ese amigo de la infancia que sacaba notas bastante regulares y ha conseguido un gran éxito laboral?

La educación emocional va llegando poco a poco a los centros educativos porque estos se dan cuenta que las herramientas emocionales ayudan a conseguir mejoras académicas y potencian otros factores relacionados también con el mayor aprendizaje: la motivación, la reducción de conflictos, un mejor y más completo desarrollo personal…

 
¿Por dónde empezar?
La mayor dificultad que encuentran los adultos en el tema emocional es que tampoco ellos saben manejar sus emociones, y cuando les toca trabajar las emociones con los niños no saben por dónde empezar. Sin embargo, con un poco de orientación y práctica es fácil aprender a identificar sentimientos propios y ajenos, que es sin duda el primer paso para educar las emociones.

Tenemos las emociones tan interiorizadas que muchas veces no sabemos contestar a esta simple pregunta ¿Cómo te sientes? Casi siempre tendemos a contestar una respuesta automática “¡Bien!”, pero si intentáramos revivir situaciones del día a día y practicáramos esta pregunta en cada una de ellas, poco a poco podríamos enriquecer nuestra respuesta y aprenderíamos a conocernos mejor a nosotros mismos.

Reconocer emociones y ponerle freno a situaciones que nos molestan antes de que nos asalten emociones negativas es una enseñanza clave para los niños, ya que les enseñará a adaptarse mejor al mundo.

 
Emociones propias de cada edad
Las emociones forman parte de los seres humanos desde que nacen y son necesarias y adaptativas. El miedo, por ejemplo, nos hace ser prudentes y es una emoción primaria que nos mantiene alejados de problemas. Algunas emociones aparecen con más fuerza en unas edades más que en otras. De esta manera, el miedo a los desconocidos surge entre los nueve meses y los dos años, la frustración por no poder hacer las cosas como uno quiere o por no ver colmados todos los deseos, entre los dos y los tres años, el miedo a la oscuridad sobre los cinco años, el orgullo de hacer las cosas por uno mismo entre los tres y los cuatro, la envidia o la culpa entorno a los siete años, cuando se comparan inevitablemente con sus iguales. La vergüenza se hace más patente en la preadolescencia y luego en la adolescencia aparece la soledad de forma muy marcada.

Si bien, todos los padres, quieren que sus hijos no sufran, sentir y vivir las emociones forma parte de lo normal, siempre y cuando el niño sepa manejarlas y estas no se conviertan en el centro de su vida. Evitarles el sufrimiento sistemáticamente les hará más vulnerables en el futuro. Por eso intentar que no esté triste si le ha pasado algo por lo que es normal que se sienta mal o negar los sentimientos son estrategias que no son positivas.

 
Cómo ayudarlos a manejar sus emociones
La familia es el lugar donde los niños establecen sus primeros vínculos y relaciones. Los padres son modelos para sus hijos, por eso es fundamental que primeros los padres aprendan a identificar sus propias emociones y las expresen cuando sea necesario. Además, para promover la educación emocional se puede:

  • Enseñar a pensar en positivo. Para ello hay que hacer hincapié en las cosas buenas, no centrándonos en lo malo. Ensalzar los buenos comportamientos y de cada mal comportamiento aprender qué está mal y cómo podemos mejorarlo la próxima vez.
  • Apostar por vivir el presente. Enseñar a los niños a disfrutar en el presente, sin quedarnos estancados en el pasado ni en el futuro. Recuerda lo positivo que es para ellos que vivan el momento presente e intenta no llevarlos a otros lugares temporales cuando no es necesario.
  • No hacer mucho hincapié en las enfermedades. Dar poca importancia a las enfermedades es bueno para él porque no se quedará en lo beneficioso que es estar enfermo, al recibir una atención extra. Además, las personas que están muy preocupadas por su salud, a menudo sufren miedo y angustia muchas veces innecesarias.
  • Poner especial atención a las palabras y al tono con el que se dicen. Las palabras muchas veces dan mayor o menor gravedad al mensaje, así como el tono optimista o pesimista que se utilice. Los menores crearán un vocabulario a partir de las palabras que escuchen y elaborarán un discurso con toda la carga emocional que eso supone.
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