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Bebés y niños: mejor cerca de la naturaleza

Niña sentanda en el campo comiendo sandía

El tema saltó a la palestra hace unos años cuando el periodista norteamericano Richard Louv definió el “trastorno por déficit de naturaleza” para describir los problemas que sufrían los niños que no tenían contacto alguno con la naturaleza. Fue en su libro “El último niño en los bosques” donde documentaba cómo la familia de hoy en día ha cambiado radicalmente en los últimos 20 años y cómo los niños hoy pasan más tiempo frente a la televisión y el ordenador que jugando al aire libre lo que puede provocar enfermedades como depresión, estrés, obesidad o ansiedad. Ahora, la escritora, pedagoga y experta en innovación educativa Heike Freire nos vuelve a abrir los ojos con un interesante libro “Educar en verde” en el que establece una serie de pautas para introducir la naturaleza en el ámbito escolar.

 
En los últimos años se han publicado numerosos estudios científicos que concluyen que los niños que se relacionan estrechamente con la naturaleza se ven beneficiados social y psicológicamente, lo cual aventaja también a estos niños en sus resultados académicos y en su evolución física. En concreto, los beneficios que hacen de la naturaleza un elemento indispensable en la crianza de los niños son los siguientes:

  • El contacto con la naturaleza contribuye a su desarrollo general, mejorando las facetas intelectual, emocional, social, espiritual y física.
  • Desarrolla la creatividad y la resolución de problemas.
  • Mejora la capacidad cognitiva de los niños y mejora su atención. Por lo tanto, mejora el rendimiento académico.
  • Aumenta la actividad física de los pequeños y además mejora su nutrición, ya que les hace más propensos a comer frutas y verduras, fundamental para la adquisición de hábitos saludables para el futuro.
  • Mejora la visión. La Academia Americana de Oftalmología publicó un estudio en 2011 donde se señalaba que disfrutar de un mayor tiempo al aire libre se relacionaba con tasas reducidas de miopía en niños y adolescentes.
  • Mejora la autodisciplina. El bienestar general aumenta y también el control de sí mismos. Además, las zonas verdes y el contacto con las mismas ayudan a reducir el estrés.
  • Mejoran las relaciones sociales. Los niños en un ambiente natural son más propensos a la colaboración con los demás y crecen más felices, lo que les ayuda en sus relaciones con sus pares.

 
Pero, ¿cómo podemos empezar a introducir estos cambios? Algunas de las propuestas que hace Haike Freire y que podemos adaptar a nuestra vida en familia son:

  • Habilitar en la medida de lo posible un espacio para que los niños puedan jugar con arena, agua…
  • Priorizar los juguetes fabricados con materiales naturales antes que los de plástico u otros materiales sintéticos.
  • Plantar flores, tener un animal… e involucrar al niño en su cuidado.
  • Organizar salidas frecuentes al campo, jardines, parques… donde disfrutar del juego al aire libre.
  • Participar del entusiasmo infantil, capaz de entretenerse y divertirse con cada cosa que encuentren.

Se trata al fin y al cabo de transmitir valores positivos sobre la naturaleza, sin imposiciones. Y de cambiar de vez en cuando las pantallas por un juego más natural donde los niños puedan respirar aire puro, moverse en libertad y tocar animales y plantas. Todo ello para beneficiarse de un contacto estrecho con la naturaleza.

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