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Cariño: un estímulo para el cerebro de los niños

Una pareja joven y sonriente con su bebé sentados en la cama

El amor, clave para buen desarrollo
Tener una relación basada en el cariño y en el apego con los progenitores o cuidadores de referencia es clave para el buen desarrollo cerebral de los niños y bebés. Los estudios realizados al efecto así los constatan. El apego y el amor continuado ejerce un gran beneficio en el desarrollo cerebral de los niños, ya que los niños que reciben cariño evolucionan mejor y, además, previenen en cierta medida la mala salud mental de la adolescencia en el futuro.

Los expertos han descubierto que los niños que reciben mucho amor en los primeros años desarrollan más el hipocampo, un área del cerebro que afecta a la memoria y a la regulación de los estados emocionales que permiten asociar sensaciones positivas o negativas en base a los recuerdos. Durante los primeros años, el apego es clave. Se llama apego a la relación que existe entre el bebé y las personas que cubren sus necesidades. Una relación especial que es imprescindible para sobrevivir. Según el neurocientífico Dan Sieguel, el apego es clave en el desarrollo infantil. “Más importante que un exceso de estimulación sensorial durante los primeros años de desarrollo, son los patrones de interacción entre el niño y el cuidador. La investigación sobre el apego sugiere que la interacción interpersonal colaborativa, no la estimulación sensorial excesiva, sería la clave para un desarrollo saludable.”

 
Apego y seguridad
En los últimos años ha ganado fuerza la corriente de la crianza con apego, ya que, según sus principios, los niños que tienen un fuerte vínculo emocional con sus padres en los primeros años de vida consiguen desarrollar de forma más sana su personalidad, teniendo más autoestima y estableciendo relaciones más seguras con los demás. Para tener un apego seguro, los expertos señalan la importancia del contacto corporal, el cuidado constante y la puesta en práctica de una disciplina positiva. En este sentido, durante los años 50 se realizaron estudios para valorar las dificultades de conducta o emocionales en adolescentes con conductas delictivas y se encontró una relación entre las malas experiencias tempranas por falta de cuidados o por ausencia de figuras significativas que provocaban en los niños sentimientos negativos de inseguridad, desconfianza y hostilidad. Por el contrario, los niños que habían recibido en los primeros años amor y cuidados desarrollaban sentimientos de seguridad y confianza que les hacía relacionarse con los demás de forma más empática y segura.

 
Un ambiente tranquilo y saludable
En los primeros años, los cuidados y el entorno ejercen gran influencia en el desarrollo cerebral de los niños. Algunos estudios señalan que existe una relación entre un mal ambiente familiar y una menor cantidad de materia gris en el cerebro, constatando que el desarrollo infantil es sensible a los problemas familiares y al entorno en las que el niño crece. En este sentido, cuanto más tranquilo y apacible sea el entorno en el que se críe el bebé mejor será su desarrollo cerebral. Más que ninguna otra cosa, en los primeros años, el niño para crecer sano y feliz necesita el amor y cariño de sus padres o cuidadores de referencia. Para ello, establecer una crianza basada en el afecto y el diálogo, pero con normas claras y límites con sentido, es esencial para que el niño forme su personalidad de forma sana.

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