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¿Cuándo se puede enseñar a los bebés a nadar?

Niñas aprendiendo natación en la piscina

Hasta los cuatro años los niños no aprenden a nadar
Los beneficios de la natación abarcan varias áreas: cognitiva, física e incluso social. Si bien los niños no están preparados para aprender a nadar hasta los cuatro o cinco años de edad, cuando su cuerpo adquiere cierta madurez, entrar en contacto con el agua desde los primeros meses de vida les ofrece destrezas físicas para el futuro. ¿En qué consisten? Gracias a una investigación llevada a cabo por la Universidad noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU) se constató que los niños que acuden a clases de matronatación mejoran aspectos como la coordinación, el equilibrio o la resistencia. En concreto, los niños adquieren antes habilidades físicas como mantenerse de pie con una sola pierna, saltar una cuerda, andar de puntillas o dar a un balón.

Además de estos beneficios para el desarrollo psicomotor de los niños, la práctica de la natación o matronatación cuando son más pequeños supone beneficios cognitivos y sociales. Aprender a nadar mejora la atención y la coordinación, les estimula y relaja y aumenta la independencia y la confianza de los bebés.

 
Cada familia debe valorar cuando apuntar a clases a sus hijos
La Asociación Española de Pediatría aconseja que los niños comiencen las clases de natación a la edad de cuatro años. Sin embargo, esta decisión puede adelantarse ya que existen estudios que indican que recibir clases de natación desde el primer año disminuye el número de ahogamientos. En cualquier caso, cada familia debe valorar estas clases en función de la exposición que tengan sus hijos al agua, la madurez del niño o cuestiones de salud que puedan o no afectar a los niños.

 
Una actividad no exenta de riesgos
A pesar de todos los beneficios, también se han apuntado algunos riesgos derivados de la práctica de la natación en bebés. Se trata de las posibles consecuencias de la exposición al cloro y otras sustancias que se emplean para la conservación de las piscinas. Los riesgos más comunes son:

  • Infecciones. Se propagan en su mayoría por el agua, pero suelen ser benignas.
  • Ahogamientos. Sin embargo, las clases suelen contar con padres o profesores que están dentro del agua que deben atenderlos en todo momento, el peligro mayor bien por los traumatismos. Los niños pequeños suelen ser muy activos y los golpes son uno de los mayores peligros que se dan en piscinas. Vigilar y acompañar al bebé es la mejor manera de evitar accidentes.
  • Problemas respiratorios. Algunos estudios han sugerido la posibilidad de que productos derivados del cloro favorezcan el desarrollo de enfermedades pulmonares, sobre todo en pequeños propensos al asma. Sin embargo, los pediatras señalan que no hay evidencia de este riesgo siempre que los niveles de cloro sean los correctos y las instalaciones estén bien aireadas. Pero ¿qué nivel de cloro es el correcto? La normativa vigente señala que los niveles de cloro deben estar entre 0,5 y 2 miligramos por litro. Unos niveles que deben estar a disposición de los usuarios, por lo que es fácil comprobar si el lugar elegido es correcto para que los niños practiquen la natación.
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