Educar en positivo, una alternativa a los castigos
El castigo solo sirve a corto plazo
El castigo sigue siendo, a día de hoy, una de las herramientas educativas más usadas en la infancia a pesar de que en los últimos años han proliferado las corrientes que aseguran que la disciplina positiva es una alternativa más respetuosa con la crianza de nuestros hijos. ¿Por qué? Porque el castigo tiene un efecto a corto plazo. Si nuestro hijo se está peleando e intervenimos castigando, la pelea cesa. Sin embargo, el problema de los castigos es que a largo plazo no funcionan. ¿Has oído alguna vez esa queja de “¡ya no sé qué hacer, no le he dejado salir, le he quitado la consola… pero sigue haciendo lo mismo!”? Esto se produce porque a la larga, el castigo no sirve para modificar la conducta y el mal comportamiento vuelve a aparecer.
Lo mismo pasa con los premios. El niño que aprende que su conducta genera una recompensa no es capaz de autorregularse por sí mismo, sino que está esperando que el otro le valide su comportamiento para recibir el premio. Pero si los castigos y los premios no son ideales para que el niño aprenda a comportarse bien. ¿Qué podemos hacer los padres para modular el comportamiento de nuestros hijos?
La disciplina positiva nos ofrece alternativas respetuosas para no caer en la trampa de premios y castigos. Te contamos cómo.
Alternativas al castigo
Los castigos generan relaciones verticales. El adulto se pone por encima del niño reprendiendo su conducta y haciéndole ver que ha hecho algo mal, de tal forma que la próxima vez el niño se lo piense mejor. Esto no quiere decir que el niño puede hacer lo que quiera, sin ajustarse a unos límites, sino que desde el respeto podemos establecer unas normas para que el niño tenga claro qué está bien y qué está mal. Para ello, lo primero es comprender el momento evolutivo del niño y lo que es capaz de hacer o entender en cada momento. Un niño de entre 1 y dos años necesita construir y destruir, explorar… así que abrir un armario y sacar todo lo que hay dentro forma parte del aprendizaje del entorno. Dicho esto, lo ideal sería preparar el ambiente para prever estas situaciones y limitar sus movimientos cuando sea inseguro para él, para otros o pueda romper cosas.
Cuanto más conscientes seamos de su momento evolutivo más fácil será adaptarnos a los niños y establecer con ellos relaciones horizontales, donde podemos marcar límites a su comportamiento sin humillarles ni castigarles. Podemos poner límites siendo firmes, pero cariñosos. Dando ejemplo, sin llegar a alternarnos en exceso o llegar a los gritos o los castigos. De esta forma contribuiremos al que niño gane confianza en sí mismo y seguridad, ya que los límites hacen que el niño conozca qué puede hacer y qué no en cada momento y no necesitará que sea el otro el que valide si lo que está haciendo está bien o mal.
Alternativas a los premios
¿Qué hay de malo en los premios? A priori puede parecer que premiar una conducta puede hacer que el niño vea ciertos comportamientos reforzados. Sin embargo, lo ideal es que el niño no dependa del adulto para hacer uno u otro comportamiento, sino que sea capaz de saber qué se puede hacer o no, emitiendo su propio juicio de valor.
La forma en que nos dirigimos a los niños, no poniendo el foco en nosotros mismos sino en ellos. En lugar de decir “estoy orgullosa de ti” cambiarlo por “deberías sentirte orgulloso de lo que has hecho”. De esta manera damos importancia su autoconcepto y sus capacidades y no en el resultado de sus acciones. Los niños necesitan nuestro amor incondicional y focalizarnos en que ellos mismos sean autónomos e independientes es el mayor aprendizaje que podemos dar a nuestros hijos.
Volver