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Educar las emociones: clave para criar niños felices

Niños jugando a la guerra de almohadas

Las emociones se pueden educar
A menudo pensamos que las emociones solo se pueden trabajar cuando los niños empiezan a crecer y comprenden el significado y las consecuencias de su comportamiento. Pero desde que los niños tienen pocos meses de edad se pueden realizar actividades adaptadas a su edad. Un poco más adelante, podemos optar por libros donde se tratan las emociones. Conocer las emociones hace que poco a poco se puedan educar y de esta manera los niños puedan desarrollar relaciones sanas que les aporten felicidad.

Los especialistas aseguran que la educación emocional es clave en la educación de las personas, a veces incluso por encima de la académica. ¿Quién no conoce a alguna persona que no sacaba especialmente buenas notas y luego ha disfrutado de un gran éxito laboral y social? Las habilidades sociales son imprescindibles para desenvolverse en la vida y hace que las personas sean más sanas y felices.

 
Los conflictos son parte del desarrollo
Durante los primeros años, cuando los niños empiezan a socializar, empiezan a tener conflictos con sus compañeros. Es parte de su desarrollo y crecimiento, pero si trabajamos las emociones los niños aprenderán a relacionarse con los demás desde la seguridad y la tranquilidad. La educación emocional está muy relacionada con su autoestima. Si los niños son capaces de ir resolviendo sus conflictos, disfrutarán de una mejor salud y por tanto serán más felices.

Reconocer las emociones y poder expresarlas es el primer paso para trabajar con la inteligencia emocional. Para poder hacerlo, los niños deben sentirse acompañados en sus enfados, sus miedos, sus alegrías… Hablar de nuestras propias emociones con ellos, acompañar sus sentimientos de gestos, abrazos y tener una buena comunicación es un primer trabajo para que después puedan contarnos qué les pasa y puedan gestionar sus emociones ellos mismos.

 
Los padres: un ejemplo a tener en cuenta
Para que los niños aprendan a reconocer sus emociones es importante que los padres, los educadores y los adultos que trabajan con niños hablen con naturalidad de sus propias emociones. Si estamos enfadados, no solo hay que decirlo, sino expresarlo con nuestra actitud y nuestros gestos. Eso sí, siempre evitando culpabilizar al niño, ya que esto afecta a su autoestima.

Ser claros en nuestros mensajes “ahora mismo estoy muy enfadado” y aludir siempre al comportamiento en lugar de a la persona. “Lo que has hecho me ha hecho enfadar”, en lugar “eres malo”.

 
Explicar nuestras reacciones
Pero no solo en los malos comportamientos, cuando como adultos vemos al niño en algún peligro y nos asusta, hay que explicárselo. Los niños muchas veces se quedan con nuestro comportamiento exagerado y si no se lo explicamos acaban por no entender qué pasa. “Creí que ibas a cruzar la carretera y me he asustado” sería un buen ejemplo. También es importante compartir nuestras alegrías. “Hoy estoy muy contento porque por fin he terminado un trabajo difícil y ha salido bien”. Todas estas expresiones sientan la base de una buena comunicación con los hijos, fundamental cuando van creciendo y se van enfrentando por sí mismos al mundo exterior.

También es importante mostrar al niño que acogemos su emoción, consolarle cuando se encuentra triste o tiene miedo. Hablar cuando algo le frustra y ponerle nosotros nombre si ellos aún no saben. La idea es que el niño se sienta libre de comunicar sus emociones y no las cortemos con un “no pasa nada”, “no llores” o distrayéndole con otras cosas “mira ese pajarito que bonito”. Cortar la emoción solo es necesario si vemos que su reacción es exagerada, pero luego, cuando la emoción haya bajado la intensidad intentar hablar de lo qué ha pasado y de cómo se ha sentido.

 
Juegos para trabajar las emociones
El juego es la mejor manera de afrontar y conocer las emociones.

Podemos hacer juegos específicos para expresar y canalizar las emociones:

  • Crear un mini diccionario de emociones, ayudándonos de dibujos, fotografías… les será muy útil para que los niños piensen en ellas y aprendan a identificarlas.
  • Cuentos sobre emociones. Elegir cuentos que hablen sobre situaciones de su día a día y donde se traten las emociones es una forma de ampliar vocabulario, comprender situaciones y empezar a empatizar con los demás. Algunos ejemplos son: “El monstruo de colores”, de Anna Llenas (+ 1 año), “Elmer y el canguro saltimbanqui”, de David Mckee (+3 años) o “La ovejita que vino a cenar”, de Steve Samallman (+3 años).
  • Los juegos de roles, donde podemos imitar a otros personajes, son muy útiles para expresar emociones. Hacer un teatrillo, dejando que los personajes se sitúen en la escena y puedan expresar sus emociones libremente es muy útil para familiarizarse poco a poco con las emociones.
  • Jugar a guerra de almohadas ayuda a canalizar la ira o la rabia.
  • Cuando se siente miedo podemos hacer juegos en la oscuridad, ayudados con linternas. O jugar debajo de las sábanas para desdramatizar estas situaciones que pueden asustar a los niños.

El objetivo: canalizar las emociones a través del juego y sobre todo poner palabras a lo que los niños sienten. Un entrenamiento que, sin duda, les ayudará a ser adultos seguros de sí mismos y más felices.

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