Educar las emociones: clave para criar niños felices
No solo para el desarrollo de las relaciones en casa, sino también para relacionarse con los demás niños en la escuela infantil o colegio. La educación emocional es, según los expertos, al menos tan importante como la educación intelectual, y en ocasiones incluso más. De ella depende que las personas consigan tener habilidades sociales, tengan más autoestima, disfruten de una mejor salud y sean en definitiva más felices.
Está claro que convivir en un grupo trae aparejado una serie de conflictos y si educamos las emociones lograremos que los niños aprendan a relacionarse con sus iguales y con los mayores desde la seguridad y la tranquilidad.
Muchas veces se hace mucho hincapié en la educación convencional, si el niño debe tener este u otro conocimiento, y se nos olvida lo importante que son los primeros años para que los pequeños aprendan a construir relaciones sólidas, a distinguir lo que está bien o lo que está mal y cuán importante es manejar los sentimientos y pensamientos para crear relaciones sanas y seguras.
Si bien la importancia por la educación emocional empezó a cobrar importancia en la década de los ochenta, hoy los expertos coinciden en que educar las emociones trae aparejados mayor armonía en las escuelas, niños con más autoestima y más centrados, lo que redunda positivamente en el desarrollo intelectual de los más pequeños.
Los expertos señalan que la cualidad fundamental a desarrollar es la empatía, es decir, la capacidad que tenemos de identificarnos con otras personas. Para tener empatía es necesario que el niño identifique sus propios sentimientos y emociones, para luego comprender los demás. Hablar sobre las emociones y sentimientos es el primer paso para localizarlas y luego aprender sobre ellas.
Te mostramos algunos consejos sobre qué hacer para educar las emociones. Son consejos sencillos, que se pueden aplicar tanto en casa, en nuestra relación entre padres e hijos, como en la escuela, en relación con sus iguales e incluso con el educador:
- Pensar en positivo. Enseñar a sacar de cada experiencia lo positivo es un trabajo que se consigue con perseverancia. Además, para conseguirlo hay que dejar que los niños exploren el entorno, tener confianza en sus capacidades y ayudarles a resolver los conflictos de forma pacífica. Todas ellas son enseñanzas que les darán felicidad y conseguirán que se sientan más seguros consigo mismos.
- Centrarse en el presente. Esto que parece tan sencillo no es tarea fácil para la mayoría de las personas. Enseñar a los niños en no preocuparse demasiado con lo que vendrá ni con lo que se fue es clave para que los niños vivan el presente con confianza y tranquilidad. Mantener unas rutinas predecibles en los primeros años es clave para que estén seguros y no piensen en lo que vendrá después. La Escuela, en este sentido, es clave para desarrollar unas costumbres saludables, que luego se han de reforzar en el hogar.
- Poner mucha atención en las palabras que usamos. No solo las palabras, también es el tono, ya que más que lo que decimos, los niños se fijan en el lenguaje no corporal. Así que hay que tener especial cuidado en la forma en que nos dirigimos a los niños. En este sentido, padres y educadores deben hacer un esfuerzo por conocerse a sí mismos y no dejar que las emociones negativas dirijan el comportamiento. Los niños crean su vocabulario a partir de las palabras que escuchan y las palabras son el vehículo del pensamiento.
- No dramatizar en exceso. Ante una enfermedad o una caída, los niños tienen que recibir una respuesta adecuada a lo que ha pasado. Los adultos podemos quitarle dramatismo al hecho, “no te preocupes”, “te has hecho una herida que pronto se curará”… No se trata de negar el dolor o la frustración que siente el niño frente a un problema o un accidente, solo señalarle que todo tiene solución y que si no en ese momento, pronto pasará y volverá a jugar como antes.
