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Jugar con los niños: fuente de bienestar

Compartir juegos sin controlar ni dirigirlos
Es una de las actividades más importantes en la vida del niño y una fuente de aprendizaje. Jugar, además de ofrecer entretenimiento y diversión, ayuda a los niños a conocer el entorno. Participar con los niños en su juego puede ser muy placentero y positivo para fortalecer el vínculo emocional, siempre y cuando les acompañemos, sin controlar ni dirigir el juego. Se trata de involucrarnos en su creatividad, sin ponerles límites, más allá de evitar peligros.

 
Jugar: clave en la infancia
El juego es una actividad esencial en los primeros años del niño: jugar estimula su inteligencia, la creatividad, la afectividad, la motricidad y la capacidad de compartir y socializarse con los demás. Los adultos, si disfrutamos con ello, podemos formar parte de sus juegos y compartir una de las actividades más placenteras que hay para los niños. Pero para ello hay que tener en cuenta algunos detalles:

  • Sin controlar ni dirigir. Es quizá la premisa más importante de todas. El desarrollo del juego debe realizarse con libertad, sin intentar imponer nuestras normas. La imaginación debe ser la que guíe el juego. Observar y seguir sin limitar la creatividad y los deseos de los pequeños.
  • No enjuiciar sus juegos. Tiene que ver con la premisa anterior y consiste en aceptar los juegos tal y como son, sin dotarles de juicios de valor. Se debe primar la imaginación y no ponerle cotas, salvo que supongan un peligro para el pequeño. Es muy común que objetos cotidianos se conviertan en otras cosas, una mesa en un barco, un palito en una pistola… se trata de jugar, por lo que no debemos poner límites a la creatividad.
  • Limitar, pero sin prohibir. Si la actividad que está llevando a cabo el niño puede poner en peligro al niño o a los demás, podemos encauzarla para que deje de ser peligrosa, pero sin prohibir. Las prohibiciones suelen dar lugar a resistencia o rebeldía, por lo tanto, tener un poco de mano izquierda para reconducir la situación suele ser la recomendación de los expertos.
  • No competir con los niños. Parece una obviedad, pero cuando los niños están aprendiendo, a veces inventan reglas que les permiten ganar. Si se trata de un juego libre, inventado por el niño, debemos aceptar sus reglas. Ahora bien, cuando seamos nosotros los que proponemos el juego, y este sea un juego concreto, debemos enseñarle que existen unas normas que hay que cumplir. La idea es que jugando fomentemos sus sentimientos de logro e independencia y que no coartemos su creatividad.
  • Ofrecer un espacio para que el niño juegue con independencia y libertad. Para ello, debe ser un lugar que no tenga peligro y donde en el niño pueda realizar su actividad sin miedo a desordenar o ensuciar.
  • Animar a los niños a que resuelvan sus problemas. El papel del adulto debe ser ayudarle, pero no resolverle las dificultades a la primera de cambio. Si el niño es capaz de valerse por sí mismo, aunque necesite ayuda para ello, hará que su autoestima mejore.
  • Intentar que el niño juegue a diario. De esta manera el niño disfrutará de estos momentos con tranquilidad y aprenderá a que el momento de recoger y finalizar no sea un problema.
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