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Mi hijo muerde en la Escuela Infantil

Niño mordiento a niña
 
Reaccionar de forma agresiva de forma ocasional es uno de los comportamientos que pueden tener algunos niños, principalmente entre las edades de 1 y 3 años, y que se consideran dentro de la “normalidad”. Las razones por las que se producen estas formas de reaccionar pueden ser variadas, pero lo fundamental es enseñarle desde la primera vez que morder no es un comportamiento socialmente aceptable.

A través de la boca los bebés se relacionan con el mundo exterior. Con la boca exploran, por eso se llevan objetos continuamente a la boca; emiten sonidos, lo que les ayuda a relacionarse con los demás, y aprenden del mundo exterior. En ese aprendizaje, algunos bebés también muerden, muchas veces para saber qué pasa, para llamar la atención sobre algo o alguien o para descargar la frustración. De hecho, muerden a menudo para calmar los problemas de dentición, que suelen arrastrar hasta superar los dos años.

A medida que van creciendo y aprenden a elaborar otros sistemas de comunicación más complejos, como el habla, las conductas de agresión a través de los mordiscos disminuyen hasta su completa desaparición.

¿Qué hay que hacer en caso de que tu hijo muerda?

Lo primero, comprueba que los dos niños se encuentran en perfecto estado y sepárales. Atiende primero al que ha sido mordido, consolándole, y ofreciéndole tu ayuda si la necesita. Luego, mantén la calma y recrimina al niño agresor. Explícale las consecuencias, dile “Marina está llorando porque le has hecho mucho daño”. Míralo a los ojos y sé firme cuando le recrimines. Cuando los niños se hayan tranquilizado intenta reproducir la situación que ha originado la agresión dándole una alternativa al mordisco. Puedes decir frases del tipo. ¿Qué puedes decir si Marina ha cogido tu juguete? “No, no me gusta”. “Me lo das, por favor”. Si el conflicto no se soluciona, siempre debes hacerle saber que puede acudir a un adulto. Si le damos una alternativa, en forma de diálogo, es posible que la próxima vez utilice alguna de las frases que tú le has mostrado o cree unas parecidas que le ayuden a resolver el conflicto.

Pero, ¿y si el niño muerde de forma persistente?

Cuando estas situaciones se producen es posible que este comportamiento nos esté indicando que existen problemas emocionales o de comportamiento que conviene atajar. Hay que saber si el niño agresor está pasando por un momento personal delicado. Los celos, provocados por un reciente nacimiento en la familia, una separación, una mudanza… muchas veces son desencadenantes de este tipo de comportamiento.

En casa y en la Escuela Infantil los niños tienen que ser observados para comprobar cuándo y por qué muerden. ¿Se produce cuando juega con otros niños? ¿Es cuando se siente agobiado? ¿Es cuando le quitan un objeto que tiene? ¿Se produce cuando otro niño recibe más atención? El objetivo de esta observación es predecir que situaciones van a provocar que el niño vuelva a morder y adelantarte a las mismas. De esta manera, puedes intervenir primero e intentar buscar una alternativa que evite la agresión.

Los especialistas han demostrado que los niños que son agresivos de pequeños tienen altas probabilidades de ser agresivos de mayores, por esta razón, es fundamental que en estos primeros años se canalicen las reacciones agresivas y que el niño aprenda otras alternativas frente a la frustración.

Existen una serie de pautas para disminuir la agresividad:

  • No ceder ante sus ataques de ira y responder con firmeza. Se trata de que los niños no vean ningún resultado a una acción que no deben repetir. Si les damos aquello que originó el ataque (un objeto, una chuche…) le estamos mandando un mensaje implícito que le hará repetir el comportamiento para lograr lo que quiere.
  • Reprender firmemente, pero sin usar castigos violentos ni actuar con demasiada ira. Cuando los padres o cuidadores se enfadan tanto que se les escapa la emoción es difícil que el niño aprenda una forma de comportarse tranquila. Hacerlo de forma pausada tiene un efecto calmante y relajante para el niño.
  • No tolerar la agresión física en el hogar ni en la Escuela Infantil. Un ambiente de continuos gritos, peleas, puede hacer que el niño aprenda a responder con agresividad de forma natural. Dentro de lo posible, hay que procurar que el ambiente sea cálido y agradable. Es más efectivo premiar los comportamientos adecuados, que ayuden a los pequeños a entender qué se espera de ellos y qué es lo aceptable socialmente.
  • Enseñar a los hijos a esperar cuando se quiere algo y a utilizar la negociación con hermanos o iguales para conseguir lo que se quiere. En ella, saber ceder a veces o repartirse el objeto por tiempos, sin querer hacer de jueces ni formar excesiva parte de los conflictos hace que hermanos o compañeros consideren importante negociar en lugar de agredir.
  • Ante una agresión, no actuar de forma exagerada. Hay que tratar que el niño no reciba una atención excesiva, ya que hay pequeños que buscan estas reacciones. Lo mejor, ser firmes y actuar con tranquilidad.
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