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Niños golosos: cómo ponerles freno

Niña llevando una tarta con velas

Golosinas: calóricas y nada nutritivas
El azúcar está cada vez más presente en nuestra alimentación, la de los adultos y la de los niños. Comer dulces y chucherías es un placer, pero hacerlo es un exceso es un problema sobre todo para los más pequeños, algo en lo que coinciden tanto pediatras como endocrinos. Los dulces y más aún las golosinas son productos que tienen una gran cantidad de calorías, por 100 gramos de gominolas estamos aportando al cuerpo 360 calorías de las denominadas “vacías”, es decir, solo aportan energía no nutrientes, por lo que su consumo habitual favorece la obesidad y puede alterar el metabolismo de la glucosa.

 
Fomentar los buenos hábitos en la alimentación
Hablando claro no existen chucherías buenas, ya incluso las que no contienen azúcar, llevan otras sustancias que tampoco son sanas. Ahora bien, tampoco conviene prohibirlas, ya que puede provocar el efecto contrario. Si el niño se ve privado del dulce puede ocurrir que decida tomarlo a escondidas y le provoque un mayor deseo de tomarlo y además abuse de su ingesta. Educar en buenos hábitos y concienciar desde pequeños a los niños de los alimentos que no son sanos es la mejor forma de que tomen dulce sin excederse.

Si se quiere, podemos poner un límite para que la ingesta de estos dulces no se convierta en habitual. Se pueden establecer un máximo de golosinas a la semana o establecer días sin chuches, para que ellos comprendan que se deben tomar esporádicamente (domingos, cumpleaños…)

 
Pero, ¿cuánta cantidad es demasiada?
Algunas porciones razonables para niños pequeños pueden ser una barrita pequeña de chocolate, dos galletas o una bola de helado. También puedes ofrecerle postres dulces pero más sanos: bizcochos hechos en casa, macedonias, helado con trocitos de fruta… Si pide más, sé firme y dile que podrá tomar más otro día.

 
Si estamos en casa…
Si vas a hacer un postre ofrécele siempre que puedas uno que contenga fruta y/o huevos, leches, yogur, harina. No uses el postre como recompensa o como castigo. El postre, que si es dulce se debe tomar en ocasiones especiales, tiene poca importancia respecto a la comida, por lo tanto, debe tratarse como tal, no como algo especial con el que se debe premiar o castigar. La cantidad debe corresponderse con lo que se ha ingerido en la comida. Si el niño solo dos trocitos de pollo, no le ofrezcas una gran cantidad de postre y si al contrario ha comido suficiente, el postre puede ser un poco mayor. Si te pide más dulces después explícale que puede comer fruta o pan, pero no más dulces.

 
Si estamos fuera de casa…
En el caso de que debas improvisar una merienda fuera de casa opta siempre por alimentos nutritivos. Frutos secos, frutas como manzanas o plátanos, yogures o algún snack salado como tortitas o queso. El pan siempre es una buena opción para la merienda, puedes ir variando el relleno, pero acostumbrarle a comer bocadillos es una buena forma de que el niño coma sano y no termine abusando de opciones más industriales. En el mercado además existen leches individuales, elige siempre las que no llevan chocolate o saborizantes que están elaborados en su mayor parte por azúcar y evita los zumos de tetrabrik, que aportan también más azúcar del deseado.

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