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Niños: la importancia de un buen calzado

Niña descalza con un zapato en las manos

Ante de empezar andar: descalzos
A la hora de decidir por calzar al bebé existen una multitud de modelos en el mercado, incluso para niños que aún no caminan. Sin embargo, los expertos aconsejan que durante el primer año de vida los niños permanezcan descalzos, tan solo con calcetines o patucos para evitar el frío. Para ello “los pies del recién nacido tienen una almohadilla grasa en la planta que les confiere un aspecto gordito y aplanado”, explica la ‘Guía práctica para padres desde el nacimiento hasta los 3 años’, editada por la Asociación Española de Pediatría (AEP).

Según la citada guía la grasa plantar desaparece por lo general en torno a los 12 meses de vida, momento en el cual “empieza a formarse el arco plantar o puente del pie“. De modo que es el propio cuerpo el que parece indicar que es en ese momento cuando el calzado se hace necesario. Y coincide con los primeros pasos del niño. En el momento en que los niños empiezan a andar los zapatos dejan de ser un adorno y se convierten en un instrumento que debe cumplir con una serie de requisitos como resultar cómodos, seguros y darle confianza al pequeño.

 
El calzado influye en la buena postura corporal
Los pies de los niños no dejan de crecer. Se calcula que crecen entre siete y ocho milímetros cada tres meses, es decir, unos tres centímetros al año, por lo que primero que debemos atender es a la talla. Pero además, deben respetar la movilidad para que la musculatura del pie se desarrolle correctamente. Los expertos aseguran un calzado adecuado es muy importante para la marcha, para el desarrollo del pie, pero también para el resto del cuerpo, especialmente rodilla y columna.

 
Como debe ser el calzado del niño
La guía de la AEP señala que el zapato “debe dejar libre la articulación del tobillo al caminar (subir y bajar el pie). Es errónea la impresión de que debe fijar el tobillo para aportar mayor estabilidad. El contrafuerte en la parte de atrás debe aportar sujeción, sin ser demasiado rígido. Llegará justo por encima del talón, no más arriba, para que el tobillo se pueda flexionar”.

 
En definitiva, el calzado perfecto debe ser:

  • Flexible: debe facilitar la realización de los movimientos naturales del pie, sin impedimentos. La parte delantera del calzado debe poder doblarse hacia arriba con facilidad.
  • Transpirable: los materiales con los que esté fabricado deben permitir la eliminación de la humedad. Por esta razón, iremos buscando siempre materiales naturales, como la piel y el cuero y evitar el plástico.
  • Antideslizante: es importante que exista un correcto contacto de la planta del pie con el suelo para evitar caídas.
  • El calzado no debe tener costuras internas, para evitar rozaduras.
  • Debe tener refuerzos: el calzado no debe oprimir el pie ni dejar espacio para que “baile” en su interior. El talón debe estar reforzado.
  • Cierre: ayudan también a sujetar al pie, al principio, cremalleras y velcros son los más recomendables.
  • Comprar la talla adecuada: para comprobarla hay que tener en cuenta que quede un espacio entre 5 y 15 milímetros entre el dedo gordo del niño y el final de la puntera. Si el talón se sale o se desliza, hay que comprar una talla menor.
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