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Niños responsables: una tarea para cada edad

Niña ayudando a su madre a hacer la colada

¿Cuántas veces has pensado que vuestro hijo es demasiado pequeño para hacer una determinada tarea? Y ¿cuántas otras has hecho por él determinada tarea para ir más rápido o hacerlo mejor?

Educar en la responsabilidad, y lograr que los niños se ocupen de sus propias labores es un proceso largo y difícil que requiere constancia por parte del educador. Es necesario ir dando responsabilidades al niño, en función de sus habilidades y edad, y que les ayudemos a llevarlas a cabo.

Aunque no existe una regla mágica para señalar con cuántos años se pueden realizar qué tareas, podemos establecer unas bases y adaptarnos a ellas según la maduración del niño, la educación que tengamos en cada familia, si se es hijo único o el menor de varios hermanos…

 
Lo que está claro, es que educar en la responsabilidad lleva aparejados una serie de beneficios que deberíamos tener en cuenta:

  • El niño mejora su seguridad y su autoestima, por lo que se encuentra mejor y más feliz consigo mismo.
  • Se demuestran a sí mismo que tienen habilidades que no conocían y que son capaces de hacer una gran cantidad de cosas solos.
  • Son más autónomos y les ayuda a organizar sus tareas.
  • Se dan cuenta de que la familia es un equipo donde su papel también es muy importante y como tal son conscientes de la importancia que tiene colaborar con el resto.
  • Los niños ganan en independencia y aprenden a desenvolverse en otras muchas cosas.
  • Reducen el miedo a hacer cosas nuevas.
  • Desarrollan sus destrezas.

Para que un niño sea responsable es fundamental que tenga autonomía personal. Esto quiere decir, dejar al niño que haga todo lo que él puede hacer por sí mismo en cada momento. Cuando son pequeños son tareas muy sencillas y no hay que exigir que las hagan perfectas, pero que las hagan. Si a un niño no se le ofrece el tiempo y la confianza para que realicen aquello de lo que son capaces crecen en un sistema en el que apenas tienen responsabilidades y ni siquiera conocen su nivel de autoeficacia en muchas de las tareas ya que no han tenido la posibilidad de probarse a sí mismos.

 
Según su nivel madurativo y a modo de ejemplo, estas son algunas de las responsabilidades que los niños deberían tener según su edad:

  • De dos a tres años. Con esta edad es fundamental que aprendan a recoger y ordenar sus juguetes, regar las plantas, realizar tareas sencillas como echar su ropa sucia en el cesto… siempre bajo la supervisión de un adulto y sin intentar que lo hagan perfecto. Es mejor que lo hagan regular a que no lo hagan.
  • De tres a cuatro años. Con esta edad el niño comienza a fijarse en el adulto e imita su conducta. El niño ha ganado en autocontrol. Ahora puede empezar a poner elementos sencillos de la mesa, como los platos o cubiertos. Se puede empezar a vestir y desvestir con ayuda y debería aprender a compartir las cosas y a esperar su turno. Piensa en ellos, y coloca los elementos de los que quieres que se ocupe a su altura. Así le harás más autónomo y ganará confianza.
  • De cuatro a cinco años. Aunque sigue necesitando al adulto para determinadas tareas, crece su deseo de agradar, por lo que en ocasiones tiene conductas responsables como vestirse o desvestirse solo o recoger sus juguetes. Se le pueden ir dando responsabilidades como hacer un recado fácil. Debe ser autónomo con la comida y con su cuidado personal. Aprender a lavarse, calzarse e ir al baño solo.
  • De cinco a seis años. Ya ha aprendido muchas de las conductas y puede ser responsable en hacer tareas domésticas sencillas: limpiar el polvo, hacer la cama, preparar la ropa para el día siguiente. Le gusta llevar a cabo recados familiares. Intenta ser autónomo y asimila muchas de las normas, comportándose de acuerdo a ellas.
  • De seis a siete años. Puede y debe prepararse los materiales para realizar una actividad. Comienza a ser capaz de realizar desplazamientos conocidos y próximos. Cumple las órdenes al pie de la letra y actúa de forma responsable si tiene oportunidad de hacerlo. Tiene el deseo de ser bueno y, si no lo es, culpa a los demás o a las circunstancias porque no soporta que lo consideren malo. Va adquiriendo poco a poco la noción de justicia.
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