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Niños y bebés: cómo educarlos en positivo

Mamá ayudando a su hija a escribir

En la educación de los niños los padres tienen un papel esencial, son sus adultos de referencia y sobre su comportamiento y su forma de estar en el mundo, los niños cimientan su propio andamiaje emocional y de comportamiento. Sin embargo, a menudo en la crianza se producen conflictos que cuesta manejar, y sin darnos cuenta comienza una espiral de castigos o gritos de la que es difícil salir. Los niños acaban teniendo la percepción de que se les está riñendo todo el rato y los padres piensan que los niños no hacen caso y no saben que herramientas usar para conseguir sus propósitos. La clave para romper esta dinámica es cambiar el punto de vista, olvidarnos de destacar los errores y poner nuestra atención en los aciertos, los logros y los esfuerzos que realizan nuestros hijos.

Establecer una disciplina positiva en casa, y también en otros ambientes como en la escuela infantil, permite que los niños se desarrollen en un clima de confianza, aprendan a ser responsables, autónomos y felices, sin miedo a equivocarse y con la seguridad de que sus padres o los adultos que estén a su cuidado están ahí, apoyándoles. Pero, ¿qué es educar en positivo? Pues se trata de establecer normas y límites desde el cariño y el respecto, sin generar en los niños miedo a hacer las cosas mal. Conseguirlo requiere un entrenamiento, sobre todo, si nosotros mismos no hemos sido educados siguiendo estas directrices, pero en nuestras manos está que logremos crear un clima familiar o escolar en el que todos nos sintamos felices.

 
Estos son los principios básicos de la disciplina positiva:

  • Crear un clima positivo. Para lograrlo es necesario, en la medida de lo posible, evitar las prisas y el estrés y ser flexibles. A veces es mejor reconducir una situación que sabes que puede generar un conflicto que chocarte de frente para hacer valer tu poder.
  • Respetar el ritmo de aprendizaje. Conviene recordar que cada niño es único y especial y tiene un ritmo de aprendizaje distinto, y que no por presionar o meter prisas vamos a conseguir que el niño vaya al ritmo que deseamos, sino al revés, forzarles a hacer cosas para las que no están preparados, les generará angustia y puede dañar su autoestima.
  • Tener paciencia y tolerancia. Los errores forman parte del aprendizaje, así que conviene armarse de paciencia ante ellos. Intenta que cada fracaso se convierta en una aprendizaje, así harás que crezca la confianza del niño y no tenga miedo a equivocarse. Para ello, es clave que le dejes explorar el entorno para que él vaya poco a poco tomando la medida de la realidad.
  • Valorar el esfuerzo. Anteponer el esfuerzo al resultado. Si se premia al niño por el esfuerzo que hace, en lugar de fijarnos en el resultado, le enseñaremos una lección vital. A menudo estamos más satisfechos con el camino, sobre todo cuando este es dificultoso, que con el resultado final. Un camino difícil se compone de muchos retos que se van superando y que nos aportan confianza.
  • Evitar los gritos. Aunque a veces la situación nos desborda, gritar no soluciona nada y, a menudo, les ofrece una solución poco efectiva que tenderán a repetir.
  • No a la sobreprotección. Cuando sobreprotegemos a los niños les hacemos miedosos e inseguros. Los niños deben aprender que muchas veces no pueden conseguir lo que quieren, y que las rabietas no sirven para cumplir sus propósitos. El autocontrol y la protección son enseñanzas básicas.
  • Fomentar la comunicación. Hablar con los niños, aunque sean pequeños y creamos que no lo entienden. Poco a poco, lograremos que mediante el diálogo vayan reflexionando y además, hablando con ellos se sienten parte integrante de la comunidad y los hace más colaborativos.
  • Facilitar la expresión de las emociones. Hablar sobre ellas es clave para que no tengan miedo de expresarlas. La tristeza, la alegría, la ira… todas las emociones cumplen su papel y si hablamos de ellas les estamos enseñando también a gestionarlas con confianza.
  • Gestionar los conflictos desde el punto de vista de las soluciones. Enseñar a los niños que los conflictos se pueden solucionar, o al menos rebajar. Como adultos, poseemos más recursos para gestionar los conflictos de manera tranquila y ofreciendo soluciones para los problemas que vayan surgiendo.
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