Dos años: atención constante hacia los sonidos
El sentido del oído es uno de los que primero se desarrolla. Ya desde el feto, los bebés escuchan las voces de sus padres y, al nacer, está comprobado que las reconocen y que se tranquilizan al oírlas. Alrededor de los dos años, este sentido cobra especial importancia, coincidiendo con lo que la educadora María Montessori denominó como “periodo sensible del lenguaje” que en esta edad está en su punto álgido. Los periodos sensibles se definen como “sensibilidades especiales que se encuentran en los seres en evolución, es decir, en los estados infantiles, los cuales son pasajeros y se limitan a la adquisición de un carácter determinado. Una vez desarrollado este carácter cesa la sensibilidad correspondiente”.
Un cambio importante para toda la familia
La llegada de un nuevo hermanito al seno del hogar genera cambios importantes para la familia. Para los padres, pero sobre todo para el hermano mayor, que pronto dejará de convertirse en hijo único para tener que compartir su espacio con un nuevo miembro familiar. Los celos, que normalmente aparecerán, deben ser neutralizados todo lo que se pueda con la dedicación, paciencia y cariño de los padres, para que estos afecten al niño lo menos posible.
Por qué es bueno tener una alta autoestima
La autoestima es la imagen que tenemos de nosotros mismos. Es el valor que nos damos como personas y se fundamenta en nuestro propio cuidado. Una persona que tiene una buena autoestima se acepta a sí misma, se cuida y por lo tanto tiene mucho ganado a la hora de entablar relaciones sanas con el resto de personas. Es el resultado de la relación que existe entre nuestra propia personalidad y el ambiente que nos rodea.
La autoestima tiene un papel clave en el desarrollo de los niños. Una buena autoestima ayuda a los niños en el aprendizaje, en las relaciones con los demás y, le permite desarrollarse de forma sana y constructiva. Al contrario, si un niño tiene una autoestima baja puede ser que se sienta inferior al resto de compañeros, lo que hará que sea más tímido, más crítico consigo mismo y que deje de un lado la creatividad.
Se nace o no con conciencia
Aunque tradicionalmente los expertos en psicología infantil consideraban que los niños nacían sin conciencia ni moral, actualmente estas tesis han sido refutadas por algunos estudios realizados por la Universidad de Yale (EE.UU.) que han demostrado que a partir de los seis meses de edad los niños son capaces de distinguir entre el bien y el mal. Un buen punto de partida para que poco a poco y según el niño se desarrolle adquiriera un sistema de valores acorde a la sociedad donde le haya tocado vivir.
Una inversión en salud mental
Los estudios neurocientíficos no hacen más que confirmar aquello que intuimos gracias al sentido común, que el amor, o la falta de él, influye y moldea en cierta forma el cerebro en desarrollo de los bebés. Las investigaciones señalan que el amor maternal no solo es clave para el buen desarrollo cerebral, sino que es también una inversión en salud mental para el futuro adulto y esto, sin duda, es un beneficio para toda la sociedad.
La llegada de un nuevo miembro a la familia es un cambio importante para los padres, pero aún más para los niños, principalmente si se trata hijos únicos que pronto dejarán de serlo. Entonces suelen aparecer los celos, un sentimiento que suelen experimentar el resto de hermanos en mayor o menor medida. El objetivo, como padres, no es que el niño no sufra celos, que los sufrirá inevitablemente, sino que le afecten lo menos posible. Los celos son un sentimiento esperado, incluso positivo, siempre que se mantengan dentro de unos límites. A menudo indican que el niño posee un buen vínculo afectivo con los padres, clave para que en el futuro pueda amar y ser amado. Este vínculo es lo que el niño ve peligrar cuando ve al nuevo hermano como una amenaza en su relación de amor con sus padres.
La autoestima es el amor que sentimos hacia nosotros mismos y es fundamental para todas las personas y sobre todo para el desarrollo de los niños. Tener una buena autoestima mejora el estado emocional de los pequeños, así como sus relaciones sociales y potencia su desarrollo cognitivo. Por lo general, la autoestima se forma con el tiempo, según los niños sienten el reflejo de la percepción de los demás, sobre todo de las personas que tienen más importancia para ellos, los padres. Así, un buen punto de partida para tener una autoestima adecuada es sentir el afecto y cariño de los padres. Todo el mundo es capaz de desarrollar una autoestima positiva que les haga sentirse seguros y capaces de afrontar retos. La construcción de la autoestima es un proceso continuo. Los niños necesitan saber que estarás a su lado para escucharles y apoyarles pase lo que pase, sin juzgarlos.
Aunque el aburrimiento forma parte de la infancia, los padres generalmente se angustian cuando los niños comienzan a expresar su aburrimiento e intentan distraerlos con cualquier cosa que tengan a su alcance. Hoy en día, los niños viven en una sobreestimulación constante. La televisión, las consolas, los teléfonos móviles hacen que tengan a su alcance instrumentos para estar siempre entretenidos y no haya espacio para el aburrimiento o para pasar tiempo sin saber qué hacer. Sin embargo, los expertos señalan que aburrirse reporta enormes beneficios, ya que es la mejor manera de echar a volar la imaginación. Ante los momentos de soledad e introversión los niños buscan formas de divertirse o generan ideas y pensamientos que son muy beneficiosos para su desarrollo emocional.
A medida que el bebé va creciendo comienza a ser consciente de que es una persona independiente de ti y, como tal, quiere hacer las cosas por sí mismo. Cada vez acepta menos el control absoluto sobre todas las facetas de su vida: quiere reafirmarse y es muy sano que lo haga. Esa actitud de hacer las cosas como él quiere y por sí mismo es señal de que el niño está creciendo. Sin embargo, a esta edad se encuentra con muchas dificultades: no entiende bien las cosas aún, quiere hacer cosas que no puede hacer o que los adultos podemos ver como peligrosas… Su esfuerzo por ser independiente acaba la gran mayoría de las veces en frustración.
La frustración es una vivencia emocional que se presenta cuando un deseo, un proyecto, una ilusión o una necesidad no se satisfacen. Cuando esto pasa, surgen emociones como el enfado, la tristeza, la angustia… que según las personas pueden ser de mayor o menor intensidad. Aprender a tolerar esta frustración significa poder afrontar los problemas que se nos presenten a lo largo de la vida a pesar de las incomodidades que nos causen. Por lo tanto, es una actitud que se puede aprender y desarrollar.
Aunque la frustración es inevitable, cuando esta es demasiada puede ser perjudicial para la autoestima del niño y al revés, si damos al niño todo lo quiere para que no se frustre, no aprenderá a tolerarla y tarde o temprano se enfrentará a situaciones en las que no podrá tener lo que quiere y tendrá que lidiar con sus emociones negativas.
Aprender a meditar es aprender a centrar la atención en algo concreto, un pensamiento, nuestra respiración, nuestro cuerpo… con el objeto de calmar la mente. Hoy en día, vivimos en una sociedad sobrecargada de estímulos sensoriales: juguetes llenos de luces y colores, una gran variedad de dibujos para los más pequeños, juegos de ordenador… Ante tanto bombardeo audiovisual, la práctica de la meditación se convierte en una fabulosa herramienta para volver la mirada hacia nuestro interior y conectar cuerpo, mente y alma para estar en paz con uno mismo. Además, para los más pequeños es una forma de mejorar su atención y su capacidad de aprendizaje.
Como cualquier actividad que ellos realizan, la meditación debe ser vivida como un juego, existen talleres adaptados a la edad de los niños que la están practicando y que hacen actividades basadas en el juego. Los expertos señalan que se puede empezar a practicar a partir de los tres años y si se hace en grupo estos deben formarse por edades. El fin de la meditación es que el niño disfrute de la actividad y poco a poco encuentre el placer de la tranquilidad que supone focalizar la atención en un pensamiento u objeto.
“Me ha mentido”, la primera vez que los niños “sueltan” una mentira los padres se muestran asombrados e incluso les puede hacer gracia ver cómo los pequeños argumentan con una mentira. En los primeros momentos, mentir no tiene una intención clara y forma parte de la fantasía, sin embargo hay que poner especial cuidado para que esto no se convierta en una forma “normal” de relacionarse. Los expertos recomiendan prestar atención a la causa de las mentiras y poner especial hincapié en una educación basada en la confianza.
Lo que una persona piensa de sí misma y cómo se valora se conoce como autoestima y esta se va construyendo a lo largo de los años a través de las experiencias y relaciones que el niño establece con los demás.
La Asociación Española de Pediatría afirma que los niños que tienen alta autoestima, se sienten bien consigo mismos, aprenden a diferenciar las cosas que hacen bien de las que hacen mal. La autoestima es fundamental para establecer relaciones entre iguales, para participar en actividades y afrontar retos. Los niños que tienen una elevada autoestima son, por lo general, más responsables, más autosuficientes, tienen más empatía (capacidad para ponerse en el lugar del otro) y más asertividad (capacidad de defender sus propios derechos respetando a los demás y sin dejarse manipular por los demás).
Los conflictos son problemas o dificultades que surgen con nosotros mismos y con los demás. Generan incomodidad, pero forman parte de las relaciones humanas. A menudo los conflictos surgen por diferencia de intereses de las partes, pero hay que tener en cuenta que por muy desagradables que sean son una oportunidad de afianzar la relación con el otro y de ganar confianza.
Los conflictos en la infancia forman parte del desarrollo normal de los pequeños, pero en esta etapa la personalidad del niño está en plena formación y esto dificulta la resolución de los conflictos. Con un poco de paciencia y una buena estrategia es posible resolver las disputas de forma apropiada. En cuanto a los conflictos con los hijos, padres y niños tienen a menudo ritmos e intereses distintos, por lo que no faltarán ocasiones para vivir discusiones. Cómo afrontarlas es básico para que se resuelvan de una manera satisfactoria para todos.
Alrededor de los dos años, algunos niños comienzan a usar la violencia para conseguir lo que quieren. Aunque este hecho puede desconcertar a los padres, que hasta ese momento no han visto ninguna reacción agresiva en sus hijos, en estas edades forma parte del normal desarrollo del niño. Hay que tener en cuenta que con dos años los pequeños no han desarrollado las habilidades lingüísticas que les permiten solucionar los conflictos de forma dialogada y son muy dependientes aún e incapaces de controlar sus impulsos. A pesar de encontrarse dentro de lo normal, padres y profesores deben poner límites ante ese comportamiento cuanto antes para evitar males mayores.
Habla bajito, rehuye la mirada de los demás, se esconde detrás de ti en una situación nueva y no le gusta participar en actividades de grupo… la timidez es un rasgo de la personalidad que tienen muchos niños, sin embargo un entorno apropiado puede lograr que este rasgo no se convierta en un problema a largo plazo. En casos severos, los niños se aíslan del resto de sus compañeros, lo que puede provocar déficits afectivos y emocionales. Además, los niños que ya en la escuela infantil muestran signos claros de timidez tienen un mayor riesgo de fracasar en el terreno académico. La razón: interactúan menos en clase y tienden a pasar más inadvertidos.
Alrededor de los dos años el niño empieza a ser consciente de que los demás reaccionan ante sus actos, que pueden reírse de él o ser conscientes de sus errores. Es entonces, cuando aparece la timidez, el pequeño se encuentra incómodo sobre todo ante personas ante las cuales no tiene confianza suficiente. A medida que va creciendo esta tendencia se acentúa, con 3 y 4 años le empieza a dar mucha importancia a la opinión que de él tienen los demás. A estas edades, hay que tener especial cuidado ya que es entonces cuando se empieza a formar el rol social que puede acompañar al pequeño durante gran parte de su desarrollo.