La delicada piel de los niños hace que tengamos que extremar las precauciones antes y después de tomar el sol. Y es que a pesar de las continuas advertencias que hacen los expertos sobre los peligros que tiene el abuso del sol, las quemaduras solares comienzan a hacer su aparición casi desde el comienzo de la época estival. A pesar de que, por lo general, las lesiones de piel producidas por el sol suelen ser leves, conviene saber qué hacer en caso de quemaduras.
Las quemaduras solares se producen por una exposición prolongada o excesiva del sol cuyos síntomas se manifiestan antes de 24 horas y que tienen su punto álgido a las 72 horas. Según el grado de la quemadura, la piel se defenderá primero poniéndose roja, aumentando su sensibilidad y su temperatura, para provocar luego descamación y dolor, produciéndose en algunas ocasiones molestas ampollas. Además, cuando la quemadura afecta a una gran extensión de la piel puede provocar escalofríos, nauseas, debilidad y fiebre.
Si bien los niños necesitan los rayos de sol, ricos en vitamina D, y muy beneficiosos para el organismo, el abuso reiterado del sol puede producir pasados los años el temido melanoma. Conviene saber que el cáncer de piel llega en la edad adulta, pero es resultado del exceso de sol y de las quemaduras que se producen desde la niñez. Por esta razón, es fundamental concienciarse de establecer hábitos saludables y enseñarles a los niños desde que son pequeños la importancia de protegerse del sol.
Tiritas, vendas, paracetamol… tener un botiquín en casa es sencillo y muy útil en caso de accidentes domésticos. Además, es imprescindible si vas a estar fuera de casa unos días.
Si todavía no lo tienes, este es el momento de hacer acopio y prepararte para cualquier incidente que pueda haber. Recuerda que antes de empezar es importante tener en cuenta la localización del mismo, lo ideal: un armarito alto, colgado en la pared, que no esté accesible a la curiosidad de los más pequeños. Además, busca un lugar que no sea excesivamente caluroso. La mayoría de medicamentos no soportan bien las altas temperaturas y debe ser un sitio seco, donde no haya humedad. Y, por último, no lo cierres con llave. Debe ser fácil de abrir porque en caso de accidente vas a necesitar actuar con rapidez.
Mantenimiento del botiquín
Es importante tener en cuenta que el botiquín para ser útil debe estar bien organizado y limpio. Por lo tanto, piensa en la manera de distribuir los medicamentos y una vez organizado revísalo cada cierto tiempo para comprobar la fecha de caducidad de los mismos, para comprobar que no se han deteriorado con el paso del tiempo. Cuando uses alguno de sus productos, no te olvides devolverlo a su sitio, así nos aseguraremos de tenerlo siempre ordenado y a punto.
En cuanto al contenido, el botiquín casero no es un almacén para los medicamentos sobrantes que hemos tomado en alguna ocasión, sino una serie de medicinas que tomamos habitualmente y aquellas cosas que necesitamos en caso de accidente casero. Entonces, ¿qué debería contener un botiquín?
Durante la infancia se adquieren la mayoría de hábitos saludables para la vida. Es en los primeros años, según las enseñanzas que reciban los niños, cuando se establecen las normas que guiarán a las personas durante toda su vida. Así que, no hay que perder la estupenda oportunidad de que los niños aprendan qué deben o no deben hacer durante la época estival.
A pesar de que la luz natural del sol tiene enormes beneficios para la salud, no sólo por el papel que juega la vitamina D en la formación y desarrollo de huesos sino también por sus efectos fortalecedores del sistema inmunológico, tan sólo son necesarios unos minutos de paseo para que esta se sintetice y se consigan los deseados beneficios.
Los pediatras consideran que antes de los seis meses los pequeños no deben ser expuestos directamente a los rayos solares y se deben seguir extremando las precauciones hasta que cumplan un año. Además, hasta los seis meses, desaconsejan el uso de protectores solares. La razón: la delicada piel del bebé, mucho más delgada y susceptible a los factores externos, las radiaciones y los productos químicos que contienen dichos protectores. Los dermatólogos insisten, “desde los seis meses y hasta el año pueden empezar a usarse fotoprotectores pero siempre en zonas limitadas: la cara y las manos, que frecuentemente no están cubiertas por ropa”.
De cara al verano, los expertos señalan una serie de recomendaciones para proteger a bebés y niños de los efectos de los rayos ultravioleta.
Con la llegada del calor conviene extremar las medidas para evitar la deshidratación, un problema que puede ser más o menos grave y que se origina por la disminución de agua en nuestro organismo. Aunque puede presentarse a cualquier edad, suele darse en más ocasiones y con mayor gravedad en niños pequeños y bebés, cuando pierden líquidos de forma rápida. De hecho, en lactantes, constituye una de las causas más frecuentes de urgencia médica, sobre todo, en los meses cálidos del año, en los que aumentan los casos de gastroenteritis y diarreas.
Las razones por las que un niño puede sufrir deshidratación pueden ser varias. La más común es debido a vómitos, diarrea, excesivo sudor o una mezcla de estas situaciones.
Con la llegada del calor, conviene vigilar que el niño no se exponga de forma prolongada a altas temperaturas, la humedad alta unida a la radiación solar o el ejercicio físico intenso, sin suficiente descanso, pueden hacer que el organismo pierda líquidos rápidamente provocando la deshidratación. En general, los niños y bebés son muy sensibles a estas situaciones porque sus cuerpos son capaces de almacenar menos líquidos y lo pueden perder de forma muy rápida, por esta razón el riesgo de deshidratación es mucho mayor en estas edades. Con la gastroenteritis, el cuerpo pierde además de agua electrolitos (sodio, potasio y cloro) a través del aparato digestivo lo que hace que la deshidratación sea más intensa.
El estreñimiento es uno de los problemas más habituales en la infancia, los pediatras aseguran que supone entre un 3 y un 5% de las consultas en Atención Primaria y este porcentaje sube al 20% en la atención especialista, las unidades de gastroenterología pediátrica. No en vano se calcula que afecta a aproximadamente el 7,5% de la población en edad escolar.
El estreñimiento en los niños se caracteriza por la dificultad que tienen estos a la hora de evacuar y existen dos criterios fundamentales para diagnosticarlo: evacuación dolorosa, esto pasa porque la falta de hidratación en las heces hace que se sequen y se vuelvan duras; o por la frecuencia defecatoria. Se considera que la frecuencia adecuada varía desde 2-3 deposiciones diarias a 3 deposiciones a la semana. Por lo tanto, un niño que vaya al baño menos de 3 veces en semana puede considerarse estreñido. Además, si tiene una actitud retentiva, siente el dolor al defecar, tiene al menos un episodio de incontinencia por semana o sus deposiciones son excesivamente voluminosas son factores que ayudan a diagnosticar el estreñimiento.
Cuando un niño comienza a tener episodios de estreñimiento hay que acudir al médico, porque es fundamental que éste descarte un posible problema orgánico. Aunque estos problemas son muy poco comunes, ya que afectan sólo al 1% o 2% de los casos, conviene que el médico lo compruebe. En el caso de que no haya causas de este tipo, deberá conocer la dieta y los hábitos del pequeño. La mayoría de las veces que hay un estreñimiento leve este mejora con unos hábitos adecuados y con una dieta rica en fibras.
Consejos para evitar el estreñimiento
Los hábitos son fundamentales para aliviar el estreñimiento en los casos leves, solo cuando pese al cambio de estos el niño continúa con episodios, habría que pensar en seguir un tratamiento farmacológico. Pero, ¿qué podemos hacer para evitarlo?
Según un estudio realizado por el Consejo de Dentistas, en España uno de cada tres niños de 5 años ha tenido alguna vez caries en sus dientes de leche. La prevalencia de esta enfermedad infecciosa que destruye los tejidos dentarios no cesa de crecer hasta la adolescencia. Según la última encuesta epidemiológica nacional, casi el 61% de los adolescentes ha sufrido caries a lo largo de su vida. La prevención y los cuidados en los primeros años es fundamental para evitar este tipo de problemas, que en muchas ocasiones se arrastran desde la primera infancia.
En este sentido, muchos padres se preguntan, ¿cuándo debo llevar a mi hijo al dentista por primera vez? Si hasta hace no mucho tiempo los pediatras recomendaban llevar al niño al dentista alrededor de los 3 o 4 años, cuando ya estaban las 20 piezas dentales formadas, la aparición de caries en preescolares ha hecho que los médicos prescriban la visita a los 12 meses con el fin de establecer mayores medidas preventivas. La Dra. Anyuri Abajo, Odontopediatra (especialidad odontológica que se encarga de los problemas odontológicos de los niños y adolescentes) de la Clínica Dental El Ratoncito Pérez de Torrelodones (Madrid), señala que “conviene llevar al niño al dentista desde que sale el primer diente ya que si estuviese ocurriendo algún problema, ya sea dentario o esquelético, en principio, cuanto antes se detecte, más sencilla será su solución”. Además, en esta primera visita se informará a los padres sobre cómo efectuar una correcta higiene bucal, clave para mantener los dientes sanos.
Se calcula que hasta que el niño cumple tres años se resfría una media de ocho veces al año. La incidencia de las enfermedades respiratorias varía mucho de unos niños a otros y ello se debe a múltiples factores. La exposición temprana a más gérmenes, debido a la convivencia con otros niños en el hogar o en la Escuela Infantil, la predisposición genética o el grado de maduración del sistema respiratorio al nacer son algunos de los factores que hacen que unos niños enfermen más que otros. A pesar de todos los cuidados, no existen garantías de que el niño no coja virus, ya que muchos de ellos se propagan a través del aire que respiramos, pero siguiendo unas sencillas pautas es posible librar al niño de algunos de ellos.
Durante la infancia, son muchos los niños que piden tener en casa una mascota. Y entonces se plantea un dilema familiar que tarde o temprano deberá ser respondido. Aunque no es una decisión fácil, sobre todo para aquellos que ya han convivido en casa con animales y saben las enormes satisfacciones así como las responsabilidades que trae convivir con mascotas, te desvelamos algunas claves que quizá te ayuden a tomar la decisión más acertada.
Un estudio realizado por una Universidad de Finlandia y publicado de la prestigiosa revista científica “Pediatrics” demostró que los bebés que crecen con una mascota en casa tienen menos problemas de salud. Lo que venía a concluir este artículo era que los animales fortalecen el sistema inmunológico de los bebés, ya que éste crece rodeado de un mayor número de bacterias y esto fortalece sus defensas. En particular, se comprobó que perros y gatos previenen las infecciones de oído, tan comunes en los bebés, y consiguen disminuir el número de resfriados durante el invierno. La otitis es uno de los problemas médicos más comunes en niños menores de tres años. Se calcula que al menos la mitad de los niños de tres años la han padecido en alguna ocasión.
El chupete es el aliado perfecto de cualquier padre. Su mayor beneficio: calmar al bebé en momentos de estrés lo hace imprescindible en la mayoría de las casas. Los pediatras recomiendan, de forma general, no utilizarlo hasta los 15 días del nacimiento y retirarlo completamente entre los dos y tres años. Pero su uso despierta a menudo dudas: ¿es perjudicial su uso? ¿Ha llegado el momento de quitarlo? ¿cómo lo hago? ¿está el niño preparado?…
El instinto de succión es fundamental para los bebés. Se ha comprobado que el feto empieza a succionar el dedo pulgar a partir del quinto mes de embarazo como un acto reflejo y que este instinto es fruto de la necesidad de supervivencia. Al efecto relajante que le produce habría que sumar su papel en la prevención del síndrome de muerte súbita del lactante. Los detractores del chupete señalan que su abuso puede provocar que la lactancia materna no se establezca satisfactoriamente y que incrementa el riesgo de sufrir otitis media, así como accidentes infantiles, como el peligro de afixia con el colgante. Pero quizá, el dato más negativo se deba a su efecto en la dentadura. Aunque mucho se ha escrito sobre este hecho, las evidencias científicas han puesto de manifiesto que el chupete no produce malformaciones si se abandona antes de los tres años. Además, para que una malformación se haga evidente es necesario ejercer una presión continuada durante al menos 6 horas al día, y esto implica succión, es decir no porque el niño tenga el chupete en la boca se produce la malformación. Hasta los 5 años, si el chupete solo se usa para momentos determinados, el proceso es totalmente reversible después de unos meses sin utilizarlo.
Inculcar buenos hábitos alimenticios en los niños es responsabilidad de los padres, pero también desde la Escuela Infantil se puede trabajar la educación de los niños para que desde pequeños comprendan la importancia que tiene una buena alimentación en su salud.
A la edad de tres años, cuando empieza la educación infantil, los padres empiezan a tomar conciencia de la diferencia de alimentación que llevan unos niños y otros. En este momento, cuando se coincide con otros padres y se observan qué llevan las familias a los niños a la hora de la merienda se intuyen las diferencias educativas en un tema tan importante como es la alimentación. Sin embargo, mucho antes se pueden imponer las bases de una buena alimentación. Desde que el niño es bebé y después en la escuela infantil o guardería comienza una educación fundamental para la salud del niño, en esta tarea padres y profesores tienen mucho que decir. Aquí te mostramos unas sencillas claves para conseguir que tu hijo lleve una alimentación variada y nutritiva, fundamental para su desarrollo físico y psicológico. No en vano, estar bien alimentado es garantía de salud.