En el mercado existen una gran cantidad de dispositivos de seguridad para proteger a los bebés y niños pequeños. Sobre todo, desde que el bebé empieza a gatear, alrededor de los ocho meses, hay que extremar los cuidados. Sin embargo, la mayoría de accidentes domésticos se pueden evitar si se toman algunas precauciones. Para crear un entorno seguro, te mostramos algunas soluciones que puedes encontrar en el mercado.
Desde los primeros meses el bebé puede reconocer caras y voces familiares. Incluso desde el nacimiento el niño puede reconocer la voz de sus padres, porque son sonidos que reconocen de cuando estaban dentro del útero. Además, el olor de su madre, al ser amamantados, lo reconocen ya a la semana de vida.
Entre los dos y los tres años muchos niños pasan por una etapa de rebeldía u obstinación caracterizada por negarse a hacer cualquier cosa que se les propone. Es una etapa considerada “normal” o evolutiva, es decir, forma parte del desarrollo y crecimiento de los niños. Mediante la negación los pequeños intentan reforzar su identidad y vivir de manera más autónoma. Pero, como padres, es una etapa complicada en la que lo importante es no perder la paciencia y ver la situación como lo que es, algo pasajero.
La etapa infantil del “no” coincide con el momento en que los pequeños comienzan a tener una mayor autonomía y mayor capacidad para explorar el mundo, el lenguaje del niño se encuentra en plena explosión y se está desarrollando el pensamiento simbólico… el niño por un lado quiere independizarse de sus padres, pero siente que los necesita material y emocionalmente. El niño en esta situación se opone muchas veces a todo, incluso a cosas que le gustaban o le agradaban en otro momento. Esto se debe a que está tomando conciencia de sí mismo y cree que para reafirmarse debe oponerse a todo, además, como todavía es muy egocéntrico y sus sentimientos priman sobre todo lo demás, se muestra incapaz de ceder.
Cuando los niños son pequeños sentir miedo es algo normal. Asustarse de la oscuridad, la separación de los padres, los extraños o los monstruos está dentro de lo esperable dentro del desarrollo de los niños. Nuestra actitud y comprensión serán claves para que superen sus temores y sean pasajeros y no se conviertan en un problema más serio.
El desayuno es un hábito alimentario que condiciona el estado físico, psíquico y nutricional de los más pequeños. Realizar esta comida diaria de forma correcta contribuye a distribuir de forma más armónica las calorías diarias. De manera general, las personas que no desayunan tienen una dieta de peor calidad, mientras que los que desayunan siguen una dieta menos grasa, más rica en fibra, vitaminas y minerales. El desayuno debe suponer entre un 20 y 25% de las calorías ingeridas durante el día y debe contener al menos una pequeña cantidad de los siguientes grupos de alimentos: lácteos (leche, yogur, queso…), frutas y cereales (pan, galletas, cereales…).
La falta de fuerzas, de concentración, el mal humor… todos ellos son síntomas de déficit de glucosa, nuestro combustible energético necesario para afrontar el día. Después de unas 10 u 11 horas de sueño sin haber consumido ningún alimento nuestro cuerpo comienza a quemar las reservas energéticas. Durante la edad escolar esto incide de manera directa en el rendimiento, ya que el área del cerebro que se activa con el aprendizaje es una de las más afectadas.
Abrazar a los bebés es una muestra natural del afecto que sentimos por ellos. En los primeros meses de vida el contacto con los padres o cuidadores les alimenta física y emocionalmente. Así que no se debe reprimir ese instinto por miedo a malcriarlo, esto no es así hasta bien pasado el año. Cógele en brazos y mímalo siempre que te apetezca, ten en cuenta que a través del contacto piel con piel se establece un vínculo afectivo que le nutre emocional, física y mentalmente. Además, no hay que olvidar que también es beneficioso para la persona que abraza, pues al exteriorizar el amor se refuerza el instinto de crianza mientras empiezas a aceptar el cambio tan importante que supone en vuestras vidas la llegada de un bebé, lo que permitirá a los padres vivir la maternidad y paternidad de una forma más satisfactoria.
¿Cuándo llegamos? Es una de las preguntas más temidas por los padres cuando comienzan los viajes de vacaciones, muchas veces porque los niños no han pasado ni media hora en el coche cuando empiezan a repetir esta fórmula como si de un mantra se tratara.
La mayoría de los niños disfrutan del agua y se divierten haciendo juegos y actividades en la piscina o en la playa. Pero hay un porcentaje de niños que sienten miedo y rechazan el agua, lo que supone un problema cuando se acerca el momento de aprender a nadar. El rechazo al agua puede producirse por varias causas, a veces es el mismo tipo de temor que provoca en el niño aprender algo que no sabe, cuando sienten inseguridad de aprender cualquier habilidad, pero además, el medio acuático tiene el añadido de la inseguridad física que supone estar en el agua, donde el pequeño puede sentir temor porque anticipa que puede sufrir algún daño.
La irrupción de los dientes de leche suele producir fastidiosas molestias en los niños. Aunque hay casos en los que los padres refieren no haber notado nada, lo normal es que los niños se vean afectados por la aparición de estos primeros dientes.
Los dientes de los bebés comienzan a formarse ya en el vientre materno, alrededor de las seis semanas de gestación. Poco a poco se desarrollan hasta hacer su aparición. Aunque existe una gran diferencia de unos niños a otros, lo habitual es que aparezcan desde los 6 meses hasta los dos años de edad. Los primeros en aparecer son los incisivos inferiores centrales, seguidos de los superiores, luego los incisivos laterales. Alrededor de los 14 meses aparecerán los primeros molares, luego los caninos y, por último, los segundos molares. En total, 20 piezas dentales, 10 superiores y 10 inferiores, conocidas como los dientes de leche.
Es un momento delicado. Se produce el esperado embarazo y llega la preocupación de los padres por cómo se tomarán los hermanos la llegada de un nuevo bebé. Esto es aún más duro cuando le toca sufrirlo a un hijo único, rodeado hasta ese momento de toda la atención y cuidados en el hogar.
A pesar de todo, la llegada de un nuevo hermano debe explicarse tal y como es, pues aunque puede producir cierta ansiedad en los niños debido a los cambios que van a experimentar y que aún perciben pero no conocen, los hermanos son compañeros de juegos y de vida con quienes compartirán complicidades, afectos y situaciones personales únicas en la vida.
En muchas ocasiones los celos empiezan desde el mismo momento en que se anuncia, incluso hay familias que relatan que incluso antes de que el embarazo se note el niño ya se muestra intranquilo o molesto. Hay que tener en cuenta que cuanto más pequeño sea el niño o más sobreprotegido esté, más le costará asumir la llegada de un nuevo bebé. A partir de cierta edad, alrededor de los 4 o 5 años, los niños son más independientes y reciben de otra manera la llegada de un nuevo miembro a la familia.
Cuando los niños son pequeños, más o menos alrededor de los dos años, entra dentro de lo normal que respondan con agresividad ante cualquier frustración o enfado. Sin embargo, en cuanto aparecen estos comportamientos, conviene ponerles freno. Corregir estas conductas desde el principio es fundamental para que no las incorporen según vayan creciendo.
Tener claras una serie de pautas desde pequeños ayudará a prevenir conductas agresivas en los niños. A partir de los dos años, entra dentro de lo normal, que en alguna ocasión el niño actúe con violencia para obtener algo. Un mordisco, una patada, un empujón… son recursos que los pequeños aprenden de su entorno, ya sea familiar o en su escuela infantil o guardería. Los niños aprenden pronto que un gesto agresivo le puede acarrear ciertos beneficios, llegando a conseguir aquello que quieren. Si un pequeño quiere un juguete de otro niño y comprueba que mediante la agresividad lo consigue o si quiere captar la atención de los padres y de esta manera lo consigue, aunque sea a costa de una regañina, lo adoptará como un recurso a usar en estas situaciones.
Decorar con los niños el Árbol de Navidad es uno de los rituales más bonitos que existen en estas fechas. Por pequeños que sean, haciéndoles partícipes de la decoración navideña, logramos aumentar su autoestima y conseguimos que esperen con ilusión las fiestas, más allá de recibir regalos. Dependiendo de la edad y de las creencias de las familias, se puede ir enseñando a los más pequeños de la casa las tradiciones y el porqué de las celebraciones de Navidad.
Suele ser habitual entre los padres que, cuando los niños han cumplido los 18 meses, comiencen a señalar la siesta como culpable de que sus hijos no duerman durante la noche todo lo que deberían. Ante tal circunstancia deciden empezar a retirar la siesta a sus pequeños. Sin embargo, los pediatras señalan que precisamente este hecho, el de quitar a un niño la siesta antes de lo debido, puede provocar que el niño duerma peor durante la noche, esté más intranquilo y por si fuera poco afecte, en algunos casos, al correcto desarrollo del lenguaje.
Hasta los cuatro años, dormir una siesta durante el día, aporta enormes beneficios a los niños. Les permite estar más tranquilos, aumentar su atención y les ayuda a asimilar más eficazmente lo aprendido durante el día. Esto es así porque durante la primera infancia el sueño permite que se generen más conexiones neuronales y se incremente la plasticidad del cerebro, logrando que la memoria y el aprendizaje se consoliden.
Los científicos señalan que la falta crónica de sueño afecta negativamente al comportamiento y al aprendizaje de los pequeños y que incluso puede afectar al sistema inmunológico, haciendo que los niños enfermen más a menudo.
El tema saltó a la palestra hace unos años cuando el periodista norteamericano Richard Louv definió el “trastorno por déficit de naturaleza” para describir los problemas que sufrían los niños que no tenían contacto alguno con la naturaleza. Fue en su libro “El último niño en los bosques” donde documentaba cómo la familia de hoy en día ha cambiado radicalmente en los últimos 20 años y cómo los niños hoy pasan más tiempo frente a la televisión y el ordenador que jugando al aire libre lo que puede provocar enfermedades como depresión, estrés, obesidad o ansiedad. Ahora, la escritora, pedagoga y experta en innovación educativa Heike Freire nos vuelve a abrir los ojos con un interesante libro “Educar en verde” en el que establece una serie de pautas para introducir la naturaleza en el ámbito escolar.
¡Por fin llegó el verano! Ahora es el momento perfecto para establecer rutinas en casa ya que disponemos de más tiempo para dedicar a los pequeños que en otras épocas del año.
Las comodidades con las que se están criando nuestros hijos son mucho mayores que las que teníamos nosotros cuando éramos pequeños y ello lleva aparejado que en muchas ocasiones los niños se hayan acostumbrado a llegar a casa después del colegio, escuela infantil o guardería sin ningún tipo de obligación. Dejan su ropa, sus zapatos y su mochila tirada, comen y dejan el plato sobre la mesa y de nuevo, preparados para jugar. En todas estas tareas, los padres tenemos una responsabilidad. Enseñarles que para que la convivencia en una casa sea apacible, lo mejor es que cada uno tenga sus propias responsabilidades. Incluso desde muy pequeños, cuando el bebé empiece a andar, se le puede dar su pañal para que lo tire en la papelera o enseñarle a meter su ropa sucia en el cesto para lavar.